De ídolos, oportunistas y anales
Pasó con Stalin en un primer intento de Nikita Kruschev durante los 50, y luego a partir de Gorbachov; con Hitler luego de la II Guerra Mundial y con la Italia post-Mussolini. Ellos fueron dictadores adorados por multitudes, elevados a la categoría de semidioses y junto a algunos de sus semejantes terminaron pasando a sitiales de los horrores de la historia que hoy, en la mayoría de los países que los “engendraron”, representan los períodos más vergonzosos de sus pasados. Ocurrió también con dictadores que terminaron sus días vengados por víctimas de su terror transformados en asesinos, con el Zar Nicolás II, asesinado junto a toda su familia en 1918, con Anastasio Somoza, quien sufrió un atentado en 1980, y el rumano Ceauşescu, luego de 24 años en el poder, fusilado junto a su esposa en 1989. Todos ellos, tras su muerte, se resquebraron cual ídolos de porcelana.
Es el turno Hosni Mubarak, quien pasó de ser el gran jefe supremo de Egipto al chivo expiatorio de todo el régimen militar que lo respaldó por 30 años. Ahora al ex dictador sacrificado en nombre de quienes hasta hace poco lo acompañaban, lo humillan sus herederos que permanecen en el poder intentando que el pueblo egipcio los desvincule de su larga lealtad a Mubarak.
El oportunismo de los cómplices a la dictadura que luego intentan hacerse pasar por demócratas es un viejo vicio pero funciona para algunos como Putin, ex jefe del servicio secreto soviético KGB, hoy un líder popular en Rusia, y es también notorio en el caso de los que desertaron del gobierno de Gadafi en Libia, luego de apoyarlo por décadas. Poca es la ideología y más la conveniencia de los que acompañan a los ex golpistas que siguen haciendo hoy, golpes desde el poder, en Asia ex-soviética, en Latinoamérica y en África con sus Mugabe y Omar al Bashir (el primero pasó de ser el héroe de la independencia al depredador de la libertad y la economía de Zimbabwe, y el segundo se transformó en el dictador islamista de Sudán luego de haber sido un revolucionario de izquierda).
Algunos dictadores mueren en la cama y lleno de riquezas en el exilio como Idi Amin Dada y el último Shah de Irán; otros en casa sin ser juzgados como Pinochet y Stroessner; y hay quienes fallecieron estando en el poder y pensaron que serían recordados como héroes como Duvalier padre o Tito en la ex Yugoslavia. Los hay de todos los tipos, en todos los continentes y de todas las ideologías, pero por alguna razón, como lo confirma el caso de Mubarak, solo en algunos totalitarismos de izquierda hasta ahora, persiste la adoración a quienes privaron de libertad y prosperidad a sus pueblos: Mao en China, Kim Il Sung en Corea del Norte, y Fidel Castro quien está a punto de lograrlo aun cuando ha vivido para ver y apoyar cambios que demuestran el fracaso del sistema que gracias al aislamiento y la represión logró sostener en Cuba.
¿Se encargará el tiempo de ponerlos a todos, sin excepción, en el mismo registro de personas cegadas por el poder que expropiaron la libertad de millones de personas, sin importar sus ideologías y excusas? A fin y al cabo, hasta los ídolos más antiguos, se desmoronaron en los anales de la historia.
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