Drogas: El aniversario de una guerra fracasada
Este viernes se cumplen 40 años desde que Richard Nixon diera su discurso anunciando una “guerra contra las drogas”. En ese momento los políticos creían que el castigo severo de los involucrados en la producción, distribución y consumo de drogas eventualmente reduciría la oferta y la demanda. Creían en la utopía de “un mundo sin drogas”. ¿Qué ha pasado luego de medio siglo y cuantiosos recursos invertidos en lograr ese mundo?
A principios de este mes la Comisión Global de Políticas de Drogas –conformada por destacados pensadores, expertos y expresidentes como Mario Vargas Llosa, César Gaviria, Kofi Annan, Richard Branson, Ernesto Zedillo, entre otros– publicó su último informe. Su primera oración dice: “La guerra global a las drogas ha fracasado, con consecuencias devastadoras para individuos y sociedades alrededor del mundo”. El informe indica que entre 1998 y 2008 el consumo a nivel mundial de cannabis (marihuana) aumentó en 8,5%; el de cocaína 27% y el de opiáceos 34,5%.
Hay países que han adoptado enfoques alternativos, trasladando el problema del consumo de drogas al ámbito de la salud pública. Por ejemplo, los países que adoptaron tempranamente estrategias de reducción de daños como la entrega de agujas limpias –Alemania, Australia, Reino Unido y Suiza– han reducido la tasa de transmisión de VIH entre los usuarios de drogas a menos de 4%. Los países que se han negado a adoptar este tipo de medidas mantienen las tasas más altas de transmisión entre usuarios –por ejemplo, alrededor de 40% en Tailandia y Rusia–.
Más importante para Latinoamérica es el hecho que la aplicación más estricta del régimen de la prohibición parece generar más violencia y corrupción. Consideremos a México, país que desde que se intensificó la guerra contra las drogas hace cinco años ha sufrido la perdida de 35.000 ciudadanos. El Premio Nobel de Economía Milton Friedman hace más de 20 años dijo que “La ilegalidad genera ganancias obscenas, las cuales financian las tácticas letales de los capos de la droga; la ilegalidad conduce a la corrupción de los agentes del orden público”.
El costo es demasiado alto como para no considerar políticas alternativas. El informe destaca los casos de Suiza, Reino Unido y Países Bajos, los cuales han experimentado una reducción global del consumo o de los daños colaterales. Además está el caso de Portugal, donde se despenalizaron todas las drogas y, como lo reporta un estudio del Cato Institute, no se disparó el consumo y se redujeron los problemas relacionados con las drogas.
La guerra contra las drogas no ha reducido el consumo, pero sí ha generado enormes costos a la sociedad: vidas perdidas en el cruce de fuego entre los narcotraficantes y la fuerza pública, una amenaza más a la vigencia del Estado de Derecho en ya varios países de América Latina. La adicción es una enfermedad con raíces profundas que tiene poco o nada que ver con la legalidad o ilegalidad del consumo. La enfermedad suele ser mucho más compleja y requiere de un tratamiento más no de una estigmatización o, peor aún, un encarcelamiento.
Este aniversario recordemos el fracaso de esta guerra y empecemos un debate basado en los hechos, no en miedos injustificados, acerca de las alternativas a la prohibición.
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