La guerra contra las drogas está perdida
La Prensa, Panamá
Hace unos días, un panel de 19 líderes y personalidades mundiales produjeron un impactante reporte que declara perdida la famosa guerra contra las drogas. Esto era ya evidente hace rato. Bastaba tan solo ver la situación en México para darse cuenta. Es que si hay algo que no puede resultar más contraproducente es que los Gobiernos traten de protegernos de nosotros mismos. Esto es una lección que muchos gobiernos han decidido aprender de manera difícil. Tal fue el caso de Estados Unidos, que a principios del siglo pasado prohibió la producción y venta de bebidas alcohólicas. Las consecuencias de esta medida fueron desastrosas, y, por cierto, muy parecidas a las que hoy resultan por no legalizar las drogas.
La legalización finalmente pondría fin al lucrativo negocio del narcotráfico. La única razón por la cual las drogas tienen un costo tan alto es porque solo pueden ser adquiridas en el mercado negro. Este mercado negro, como cualquier mercado, le transfiere sus altos costos de producción y distribución al consumidor. Al convertir este mercado en uno legal, se reduciría drásticamente el precio de las drogas. Esto significaría que mucha gente que posee esta adicción no tendría que robar o prostituirse con el fin de costear el alto precio de su adicción. No solo se reduciría la prostitución y violencia de los robos, sino también la violencia entre carteles y traficantes que actualmente azota a Latinoamérica.
Muchas personas que nada tienen que ver con el narcotráfico se ven envueltas en crímenes de disputas y arreglo de cuentas. A su vez, la legalización les ahorraría muchísimo dinero a los países. Se estima que solamente Estados Unidos puede llegar a gastar casi $100 mil millones anualmente combatiendo las drogas. Eso equivale a unos $3,000 por segundo. Este dinero ha sido utilizado anualmente por los últimos 35 años para suprimir la oferta de drogas, lo cual ha tenido casi ningún éxito significativo. En cierto sentido, hubiera sido preferible usar todo ese dinero para suprimir la demanda, ya sea mediante educación sobre los efectos dañinos o, simplemente, mediante publicidad negativa. Una reducción en demanda, aunque mínima, hubiera sido más efectiva. No solo eso, imagínese en todas las otras cosas que se hubiera podido invertir ese dinero.
La legalización también eliminaría un pretexto más que tienen los Estados para restringir nuestras libertades individuales. Cada vez más los Gobiernos “pinchan” líneas telefónicas, allanan viviendas, hacen “retenes”, y controlan el uso y compra de armas de fuego. Para que exista un crimen, tiene que haber una víctima. Es por eso que no entiendo cómo puede ser un crimen drogarse. El verdadero criminal no es el drogadicto, sino el que viola las libertades de otros. El verdadero criminal no es el traficante, que solo provee un producto que otro individuo demanda, sino el asesino, violador y ladrón.
Se estima que el 60% de los ingresos de carteles latinoamericanos proviene de la venta de marihuana, una droga relativamente benigna en comparación con el tabaco y aun el alcohol. Estados Unidos es sin lugar a dudas uno de los mayores consumidores de marihuana y la sociedad cada vez convive más con ella. Más del 40% de la población, incluyendo a Barack Obama, admite haber probado marihuana en algún momento de su vida. Un paso en la dirección correcta sería despenalizarla, y así acabar con el mercado negro de una droga que ya la sociedad usa de forma recreacional o medicinal. Si Estados Unidos toma esa medida, el impacto positivo para Latinoamérica sería significativo.
Hay que aclarar que estar a favor de la legalización no es, necesariamente, estar a favor del consumo de drogas. Sería realmente bueno que si la sociedad quiere luchar contra el uso de drogas, lo haga. El problema surge cuando este mensaje se nos impone de manera paternalista desde el Gobierno en vez de ser comunicado de forma persuasiva desde la sociedad. Es obvio que cualquier ONG es mucho más efectiva luchando contra el consumo de drogas que el Estado.
En este sentido, el Estado puede llegar a ser más parte del problema de las drogas que de la solución. Las drogas deben ser vistas como lo que son, un problema de salud y no como un crimen. Si bien hay muchos argumentos económicos para legalizar las drogas, quiero volver al argumento de la libertad individual: Es incorrecto pensar que se debe proteger a individuos libres de sí mismos. Es incorrecto que el Estado sea capaz de dictaminar qué es lo que podemos o no ingerir. Todo tiene que ver con qué rol juega el Estado en nuestra sociedad. ¿Queremos un Estado que siempre decida por nosotros o queremos un Estado que nos deje decidir libremente? Al fin y al cabo, si no se nos deja tomar decisiones malas e irresponsables, no somos realmente libres.
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