Guatemala: ¿Tenemos remedio?
El desconsuelo nos atrapa cuando encaramos el gigantesco abanico de problemas que enfrenta el país. El sentimiento es peor en medio de un proceso electoral, durante el cual generamos largas listas de males insondables. Luego, cotejamos estos pliegos contra la fibra moral, preparación e inteligencia de los candidatos, de quienes esperamos poco menos que la salvación. Visualizamos una balanza con los problemas de un lado y los posibles salvadores en el otro; el lado de los problemas topa el suelo, casi doblegando a la balanza, mientras del otro lado los políticos lucen pequeñitos e imponentes, agarrados de los bordes del platillo que se tambalea en el aire. ¿Es ésta una metáfora realista? ¿Por qué está tan arraigada en nuestro imaginario? ¿Podríamos ponernos unos lentes menos desoladores?
Vislumbramos luces cuando caemos en cuenta de que la agregación de los problemas es artificial y que, por tanto, “la solución” no es una única persona ni un único partido político. No existe una sola respuesta. “La solución” no tiene necesariamente que ser de índole política; no tenemos que ceder la responsabilidad a un gestor controlador. Nos podemos hacer cargo en lo personal o como asociación, grupo, comunidad, empresa, etc. En este escenario, el Gobierno no se echa todos los costales sobre sus hombros, convirtiéndose en un elemento entorpecedor, sino asume un rol de árbitro, garante de derechos, así como de mediador de conflictos. Digamos que estos son los lentes de la descentralización. Los esposos Vincent y Elinor Ostrom, fundadores de la escuela de Bloomington, los llamarían los lentes “policéntricos”. De hecho, ya existe una multiplicidad de respuestas, ideadas por actores muy diversos, en los campos de la salud y la educación, en capacitación, empleo, y crédito microempresarial, en cuestiones de infraestructura y temas ambientales—e incluso en el campo de la seguridad ciudadana. Surgieron espontáneamente para suplir las deficiencias y las lagunas del esquema centralista. Podríamos estar aprendiendo más de estas experiencias, potenciando sus efectos y perfeccionando su funcionamiento, si nos quitáramos los obscuros lentes de la política centralista-salvadora.
La descentralización asusta a quienes ven en ella el caos y el descontrol, pero ésta no prescinde del Gobierno central, el marco jurídico o el sistema democrático. Al contrario, un Estado de Derecho es clave para el adecuado funcionamiento de una sociedad policéntrica y proactiva, pues las personas tienden a asumir más riesgos y responsabilidades sociales cuando las reglas del juego son claras y amparan sus derechos fundamentales.
De allí la relevancia del proyecto de enmienda parcial de la Constitución de la Asociación ProReforma. Sigue siendo la propuesta más coherente y completa para transformar nuestra sociedad, en Ley y pacíficamente, para bien de los guatemaltecos. La convulsión y violencia electoral que vivimos realza las bondades de este proyecto ciudadano. ¿Por qué esperar?
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