Lo bueno debe ser normal y lo malo, anormal
Esta semana he vivido una experiencia gratificante. Conocí a dos jóvenes, una recién graduada, no vidente, y otro, próximo a obtener su título profesional. Se trata de dos muchachos, ambos ya insertos en la vida laboral, que provienen de hogares pobres y que con mucho esfuerzo, dedicación y disciplina, no sólo han estudiado sino que además, en un santiamén, alcanzaron una licenciatura.
La joven no vidente pronunció el discurso de estilo durante el acto de su graduación. El mensaje fue claro, nada rimbombante: gracias a Dios, a sus padres, a sus maestros y amigos, a la vida por haberle dado la oportunidad de superarse. Gran parte de esa gratitud va para su madre, quien en todo momento fue y sigue siendo su lazarillo. Pero lo que en verdad sobresale en todo esto es el titánico esfuerzo de esta muchacha que no obstante no mirar con sus ojos, ve con su corazón, lo que le permite desempeñarse bien, incluso en áreas supuestamente vedadas por su carencia, por ejemplo trabajar un tema audiovisual, como lo fue su tesis de grado.
En ningún momento expresó ni una pizca de resentimiento, dolor, impotencia o incapacidad para hacer lo que todos hacen; es más, sobresalió entre sus compañeros. Sin duda se trata de una joven de bien, buena, positiva, de gran valía, como lo son muchos otros jóvenes que, al igual que ella, teniendo o no sus ojos buenos, estudian, trabajan, luchan para hacerse un mejor futuro.
Lo mismo puedo decir del otro joven que está a punto de graduarse, quien ha logrado salir a delante en sus estudios con mucho esfuerzo y trabajo, al grado que ahora ocupa un puesto en una gran compañía, gracias a lo cual ha podido ya realizar su sueño material prioritario: adquirir una casa más amplia para su madre…
Ambos jóvenes tienen enormes aspiraciones; son de sentimientos limpios, de corazones intensos que les mueven hacia el bien y la superación.
Lo he dicho en otras oportunidades: los jóvenes estudiosos, trabajadores, interesados en superarse son más en número por lo que superan a los mareros, a los delincuentes que han tomado el camino equivocado. Sin embargo, pareciera que son los delincuentes y la delincuencia misma lo que más atrae a la opinión pública y lo que mayor espacio ocupa en los medios noticiosos.
Con frecuencia se suele escuchar, sobre todo en boca de ineficientes funcionarios, que no han podido dirigir un combate eficaz contra la delincuencia o de voceros de organismos internacionales con "fórmulas mágicas", que son los medios informativos los que "se prestan" a poner en primer plano a los jóvenes que andan en malos pasos.
Estoy convencido de que los medios también deben dar a conocer los casos de éxito, el trabajo cotidiano de los jóvenes buenos y saludables, sin embargo, sigo creyendo que esto es, o por lo menos debería ser lo normal y, por lo mismo, no es ni debería ser noticia.
Por otro lado sostengo que el actuar del joven delincuente, el criminal, no debería ser entendido como un hecho anormal y, por lo tanto, cuando ocurra un hecho de violencia contra la sociedad, debe de ser expuesto ante el público como noticia.
Sin embargo, nuestra sociedad piensa al revés: se quiere obligar a los medios de comunicación a callar y no dar a conocer los hechos fuera de lo normal y cotidiano, cual es el caso de los actos de jóvenes delincuentes, como si no fueran hechos noticiosos anormales.
Considero que debemos evitar esta distorsión y no seguir creyendo que las acciones buenas, como la de los dos jóvenes de esta nota, son hechos extraordinarios; no, deben de entenderse como normales.
El autor es Editor Jefe de El Diario de Hoy:
- 23 de julio, 2015
- 28 de enero, 2025
- 27 de enero, 2025
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