UNASUR regresa a la normalidad institucional
Néstor Kirchner no llegó nunca a ver a UNASUR operando en la normalidad. Porque, cuando fue designado como su Secretario General, simplemente no aceptó, pese a que el Tratado Constitutivo de la organización es meridianamente claro, la obligación de establecerse en su sede, en la ciudad de Quito, Ecuador. Ni la de dedicarse con exclusividad a la labor de Secretario General para la que había sido designado, como también dispone expresamente el Tratado. Las normas debían hacer una genuflexión frente a su voluntad que -creía- estaba siempre por encima de ellas. Hasta de las del derecho internacional.
Pero, tarde o temprano, las cosas llegan a la normalidad. Y las situaciones caprichosas de anomia no se toleran por largo rato.
Por esto la vieja casona Galo Plaza, en Quito, donde alguna vez funcionara la Academia Diplomática ecuatoriana, aloja ahora a la Secretaría General de UNASUR. Como siempre debió ser y como era de esperar. Es su propia sede entonces, como se había convenido expresamente al tiempo de conformar la organización. Lo normal, entonces.
Por eso también se ha suscripto el “acuerdo de sede” entre Ecuador y UNASUR, que como es de práctica define las inmunidades y privilegios de sus principales funcionarios. Allí -en Quito- trabaja ahora la respetada y joven diplomática colombiana María Emma Mejía. Como también debe ser, sin anomalías.
UNASUR, sin embargo, aún no ha sido ratificado ni por Brasil, ni por Colombia, ni por Paraguay. La cuarta parte de sus estados miembros está entonces en mora.
En Brasil falta simplemente la aprobación del Senado, desde que la Cámara Baja ya lo hizo. Lo que no tardará en ocurrir seguramente, desde que no hay oposición. En Colombia, el tema está en la Corte Constitucional, razón por la cual el tema podría solucionarse en el curso del mes de julio. En Paraguay, donde el Parlamento no coopera, para nada, con el Presidente Lugo, como sucede también en el caso del MERCOSUR, la Legislatura está “atrasada”. No tiene siquiera fecha alguna para considerar el tema. Nada. Porque entiende que es un proyecto “chavista”. Y si uno mira la manera -torcida- en que UNASUR, con el guiño de Néstor Kirchner, intervino en la violenta crisis de Pando, puede haber alguna razón en quienes sostienen esa posición. Para los legisladores paraguayos UNASUR es, sobre todo, un esfuerzo por tratar de quitarle protagonismo a la OEA y de aislar a la región en un diálogo cada vez más cerrado, estrecho y controlado.
Las cosas no han cambiado demasiado. Antes de que UNASUR comience a funcionar, el Canciller bolivariano-ecuatoriano, Ricardo Patiño, sugirió insistentemente motu propio que UNSASUR comience a tratar la cuestión de la regulación de los “medios independientes”. No le basta al gobierno ecuatoriano el gigantesco multimedio estatal del que dispone, el cual con una impresionante galaxia de 19 diferentes periódicos, radios, estaciones de televisión y agencias de noticias sufragados con los impuestos de todos, ha sofocado a los medios independientes de su país.
Ecuador, como todos los bolivarianos, quiere el “discurso único”, el de componentes marxistas que propaga TELESUR insistentemente, mañana, tarde y noche. Ningún otro.
Dios quiera que UNSAUR no se utilice para silenciar a la OEA, cuya Comisión de Derechos Humanos, con la labor de su redactora especial en materia de libertad de prensa, otra notable mujer colombiana, en este caso Catalina Botero, defiende a brazo partido la libertad de opinión y de prensa. Que no sea el vehículo para sepultarla, como pretenden los bolivarianos y sus compañeros de ruta. El tiempo dirá se esto es así, o no. Pero sería un espectáculo grotesco.
Por ahora, UNASUR está funcionando. Con sus más y con sus menos. Y según queda visto los bolivarianos presionan para que, desde ella, se debilite la labor de la OEA, como algunos temían. El primer caso puede ser el de la libertad de prensa, a la que tanto temen los autoritarios.
Emilio J. Cárdenas fue Embajador de la República Argentina ante las Naciones Unidas.
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