Ni con importaciones récord se puede ocultar la crisis energética argentina
Julio de 2010: “Problemas energéticos en la Argentina no hay. Sólo cuando existen picos de demanda de gas, se corta a los contratos interrumpibles”. Junio de 2011: “Hay que ser racionales y no politizar una ola polar”. Antes y ahora, rodeos del ministro de Planificación para intentar borrar con palabras lo que la realidad canta en los hechos .
Y la realidad canta que ni siquiera con importaciones récord es posible tapar los agujeros de la estructura energética. Viene de todo para suplir la falta de producción propia, en cantidades que asombran: gas natural y licuado, gasoil y fuel para abastecer a las centrales térmicas o directamente electricidad.
Sin embargo, nada alcanza . Desde 2007, los cortes de gas a las industrias se han vuelto recurrentes, haya contratos que los permitan o empresas que paguen más para evitar interrupciones. Ahora tocó ola polar y en el verano, racionamiento de electricidad porque hizo mucho calor. Y a menudo ni los hogares se salvan.
El propio INDEC acaba de ofrecer pruebas sobre el estado del sistema, aunque incompletas según números de algunos especialistas. En los cinco primeros meses del año, las importaciones energéticas saltaron un 108 % respecto del mismo período del año pasado: de US$ 1.390 millones a US$ 2.885 millones.
Cae de maduro que esa factura aumentará durante el invierno.
Por causa de la escasez y del achicamiento de las exportaciones, el balance comercial sectorial entró de lleno en zona roja . Entre enero y mayo, allí donde en 2010 existía un superávit de US$ 1.500 millones, ahora figura un déficit de 294 millones. Esto significa, ya, una pérdida de divisas de casi 1.800 millones, de un año al otro.
Al cabo de 2011, la misma brecha podría desbordar cómodamente los 3.000 millones de dólares .
Siempre presto a encontrar las explicaciones que mejor le caigan al Gobierno, Amado Boudou acaba de sostener: “Es impensado que un país que crece a una tasa promedio del 8 %, en los últimos 8 años haya podido resolver los problemas de infraestructura, de generación de energía. Esto ha sido posible por el volumen importantísimo de inversión, tanto pública como privada”.
Si Boudou se tomase el trabajo de ir a las estadísticas del INDEC, podría ver una película completamente diferente. Entre 2003 y 2011, las importaciones energéticas subieron un impresionante 1.200 % . Tal vez sea demasiado ambicioso pedirle que relate la realidad tal cual es, pero, tratándose del ministro de Economía, debería ser un poco más riguroso con las cuentas.
Hay otra distorsión en su discurso. Si el volumen de las inversiones en energía ha sido tan formidable, ¿como explica los sofocones? La respuesta remite, primariamente, a la insuficiencia de producción local.
A veces, quedan dudas sobre si a Boudou le importa que alguien crea en lo que dice . Con la mejor sonrisa, es capaz de afirmar que la inflación no llega al 10 %, cuando en verdad ronda el 25 %. O pretender que ése no es un problema de los pobres, sino de “la clase media alta”.
La pega en un punto, aunque sólo en apariencia. La demanda de gas y electricidad aumenta fuerte porque la economía crece al 8 % promedio y el consumo domiciliario tira todo el tiempo. Ahí empieza y concluye el costado válido de su razonamiento.
La verdad es que esas curvas se empalman a pura importación. Y no hay manera de asociar este fenómeno con las inversiones: por lo menos con aquellas que era imprescindible hacer .
Justamente, la falta de inversiones imprescindibles para acompañar el ritmo de la economía asoma, nítida, en el corazón del sistema energético argentino. Desde 1998, la producción petrolera cae sin pausa y la de gas entró en pendiente a partir de 2004, o sea, el proceso no fue interrumpido durante la era kirchnerista: al contrario, se profundizó .
Parte del mismo cuadro aparece en el pertinaz retroceso de las reservas de hidrocarburos, aquello que garantiza producción futura y un horizonte despejado. Pero esto sólo puede ser revertido con inversiones y políticas acertadas .
Los desequilibrios surgen evidentes cuando se advierte la creciente pérdida de participación del gas natural nacional en la generación de energía y el avance vertiginoso de las alternativas que lo reemplazan. Entre mayo de 2010 y mayo pasado, el consumo de gasoil aumentó 127 % y 14 % el de fuel; la importación de gas licuado subió 96 % y 34 % la de gas boliviano.
Desde luego, en este menú nada sale gratis, sino carísimo, igual que el multimillonario contrato con Qatar. Son números oficiales, tan inquietantes como las cuentas externas del propio INDEC. Y siempre van para arriba.
Julio De Vido podrá explicar a su manera los cortes de gas a las industrias, pero, politizados o no, los cortes existen y se proyectan en suspensiones laborales. Es el mismo ministro que llamó “agoreros de siempre” a quienes, ya en 2004, advertían sobre la necesidad de articular un plan para evitar todo lo que veían venir. Importar al costo que sea y de donde sea, no parece un plan: suena, claramente, a salidas de apuro permanentes .
Y Boudou debiera saber que, tal cual está, el sistema energético tomó la forma de un cuello botella capaz de trabar el proceso económico o demandar masas de divisas mucho mayores a la actual. Puede pensarlo intimamente.
Una cosa impensable es que vaya a reconocerlo en público .
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