Argentina: La presidenta puso en marcha el kirchnerismo versión 2.0
La Prensa, Buenos Aires
El fin de semana último la presidenta Cristina Fernández sorprendió a propios y extraños con una oferta electoral inesperada. Nombró como su segundo a Amado Boudou, un incondicional que es, además, un invento K, y llenó las listas de candidatos de `la Cámpora', una estructura sin despliegue territorial, ni historia partidaria. Con una exhibición de fuerza incontenible empezó a rediseñar por completo el mapa de poder K hasta hacerlo difícil de reconocer.
En el nuevo kirchnerismo no predominarán los piqueteros, ni los sindicalistas, ni los dirigentes históricos del PJ. Se los está reemplazando por burócratas con título universitario y muy buenos sueldos estatales que se declaran devotos de la jefa de Estado. Tienen una identidad política difusa, una conducta pragmática y la vocación de convertirse en la materia prima de un kirchnerismo de segunda generación con el que Néstor Kirchner nunca soñó.0
Su ascenso significa un giro muy fuerte, porque las candidaturas han sido sólo la primera etapa del cambio de guardia. Hay en estudio una reforma de gabinete que tendrá como consecuencia una sustitución de planteles del tipo que se da únicamente cuando un gobierno es sucedido por otro de distinto signo político.
La discrecionalidad con que la presidenta hace y deshace es atribuible a varias razones. En primer lugar, a que tiene una intención de voto mucho más alta que cualquier otro dirigente. En segundo, a que dispone de una chequera capaz de disciplinar al político más díscolo. Pero la causa de mayor peso es, tal vez, que los dirigentes que se pretende pasar a retiro tienen una pésima imagen, por decirlo suavemente. De allí que los pataleos que produjo el cambio de planteles haya sido potenciado por la prensa opositora con poco éxito.
Nadie, por ejemplo, derramó ni derramará una lágrima por el piquetero Luis D'Elía, que se quejó de haber sido marginado de las listas después de haber apoyado al gobierno "desde el principio". La lealtad tarifada es, sin duda, un mérito curioso, pero el motivo de mayor peso por el que D'Elía se quedó sin nada es su nulo atractivo electoral. La única vez que fue a las urnas por su cuenta -en 2003- no llegó al uno por ciento de los votos. El mismo criterio es aplicable a los pérsicos o a los depetris o a los piumatos.
Tampoco angustia a nadie la marginación de Hugo Moyano, aunque el camionero pueda apoyar sus pretensiones en una capacidad peligrosa para paralizar por la fuerza la actividad económica. Quedó en evidencia que la reformulación del oficialismo parte de la base de alejarse de los factores del poder real, de las corporaciones, y reemplazarlas por una suerte de casta o `nomenklatura' kirchnerista.
Interpretados en clave setentista estos movimiento podrían ser atribuidos al "predomino de la política". En verdad, la novedad de la estrategia cristinista no es completa. El kirchnerismo venía librando la batalla "anticorporativa" desde 2008 cuando tropezó con la primera oposición seria a sus planes a causa de la resolución 125. Primero atacó a la `corporación' de los productores agrarios, después al `establishment' económico (Techint, Aea, etcétera) y a la prensa independiente. No le fue tan mal en esas batallas si se las evalúa con una perspectiva amplia. Perdió en el Senado en una madrugada adversa, pero hoy encabeza cómodamente todas las encuestas. Ha llegado por lo tanto a la conclusión que toca el turno de ajustar cuentas con los sindicatos, los piqueteros y los dirigentes de la estructura del partido Justicialista.
¿Cuál es la debilidad más notoria de esta nueva versión del kirchnerismo? Uno, la dependencia absoluta del atractivo electoral de la presidenta. Una baja en las encuestas derrumbaría de un golpe toda la construcción 2.0. Dos, que nunca se intentó gobernar sin tener en cuenta a los factores de poder real. Tres, que no se sabe cuánto aporta la maquinaria electoral del partido Justicialista, pero podría tratarse de un porcentaje decisivo en una elección reñida.
En suma, el cristinismo que se apresta a entrar a la cancha tiene como principal inconveniente la incertidumbre que genera. Una incertidumbre que, de todas maneras, durará poco. Para el 14 de agosto hay programadas internas abiertas que no servirán para definir candidaturas, porque no habrá en realidad competencia dentro de los partidos, pero que funcionarán como una megaencuesta. En ese trance el `aparato' del PJ no se juega nada y si no colabora con la Casa Rosada puede crearle un problema.
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