Lo largo en la era de lo corto y rápido
Como en muchas de las cosas que se cuentan sobre Gabriel García Márquez, es muy posible que esta anécdota también sea falsa. Pero alguna vez leí que el premio Nobel de literatura aseguraba que en esta época en que prevalece lo rápido y lo corto, él no podría haber escrito una novela tan larga como Cien a ños desSoledad. La edición que tengo es de 609 páginas.
El argumento era que los lectores se estaban acostumbrando a formatos más cortos, a historias lineales y a telenovelas, y que el novelista no tenía más remedio, si quería ser leído, que ajustarse a la mercadotecnia de nuestros tiempos. Nunca supe si esa anécdota fue cierta. Durante un largo e inolvidable desayuno con García Márquez, hace años, le pregunté de todo pero no sobre eso.
En esto estaba pensando mientras veía al presidente Barack Obama realizar su primer foro a través de Twitter. Miles de personas le enviaron sus preguntas al mandatario (con el hashtag #AskObama) y él, durante una hora, les contestó desde la Casa Blanca. Las preguntas no podían tener más de 140 caracteres aunque las respuestas de Obama fueron mucho más largas: 2,099 caracteres cada una, en promedio, según calculó The New York Times.
Obama entiende bien nuestros tiempos. Ganó la elección presidencial en el 2008 con la ayuda de millones de seguidores a través de la internet y piensa ganar la del 2012 con el apoyo de las nuevas tecnologías, incluyendo Twitter y Facebook. Pocos líderes en el mundo comprenden como Obama esta nueva forma de hacer política.
“Hemos entrado en una nueva era de la información en que la gente obtiene sus noticias de una forma distinta que en el pasado’’, dijo a la prensa Dan Pfeiffer, el director de comunicaciones de la Casa Blanca. “Y si queremos comunicarnos con un amplio sector del público, no es suficiente hacerlo a través de los medios de comunicación tradicionales’’.
Estamos en la era de lo corto y rápido. Hay que reducir el mundo a 140 caracteres o perdemos la atención del otro. Tanto los periodistas como los políticos sabemos que no tenemos el lujo de mucho tiempo y espacio. Si no capto tu interés en segundos, te perdí.
Puede ser que esta nueva regla se aplique a la política y a los medios de comunicación, pero no a la literatura. Como resistencia a ese impulso de reducirlo todo en una o dos frases, últimamente he leído varios libros que se niegan a ser cortos y a resumir la vida en un par de líneas.
Terminé 1Q84 del genial Haruki Murakami y disfruté las complicadas andanzas de sus protagonistas, Aomame y Tengo, en sus 737 páginas. Es más, estoy esperando con ansias la continuación. Murakami se toma su tiempo en desarrollar sus personajes, son japoneses pero los vuelve universales, escarba a fondo sus motivaciones y no le corre prisa.
Lo mismo ocurrió con la trilogía del fallecido sueco Stieg Larsson y que comenzó con Los hombres que no amaban a las mujeres. Su compañera, Eva Gabrielsson, en un artículo de Vanity Fair, describe como surgieron los libros en que Larsson le da vida a la fascinante tecno-maga Lisbeth Salander y al implacable periodista Mikael Blomkvist en casi dos mil páginas. Lo que menos le preocupaba a Larsson, quien muere de un ataque cardíaco, era gastar papel.
Para ser honestos, hay varios escritores que novela tras novela se han negado a reducir el mundo a un cuentito o unas cortas frases. Las siete novelas de Harry Potter de J.K Rowling surgen al mismo tiempo que el boom de la internet. Isabel Allende y Carlos Ruiz Zafón ( La Sombre del Viento y El juego del án gel) tampoco cayeron en la trampa de que lo corto era necesariamente mejor. Lo largo, sin prisa y revuelto, es lo más cercano a la verdadera naturaleza humana.
Los novelistas comprenden mucho mejor la complejidad de la vida que los periodistas y los políticos. Por eso no se limitan a 140 caracteres. Si la tendencia mundial es hacia lo corto y lo rápido, la literatura nos demuestra que ese es el camino equivocado. Sirve para ganar elecciones y audiencias de televisión, pero no para aprender a vivir.
Vivir de prisa –nos recuerdan esta caluroso verano García Márquez, Murakami, Larsson, Rowling, Allende y Ruiz Zafón- no es vivir.
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