Guatemala: La irracionalidad de la violencia
Uno se queda sin palabras ante la irracionalidad de la violencia. Para saldar unas cuentas por negocios que puedan ser más o menos importantes, en lugar de acudir a los instrumentos de la sociedad políticamente organizada o de la sociedad civilizada, como los tribunales de justicia, se acude a una pandilla de sicarios que se permiten segar vidas humanas como si no valieran nada, y para quienes el dinero, mucho o poco, les parece más valioso.
Pero todos sabemos que asesinos a sueldo siempre los ha habido. ¿Por qué tantos y por qué en Guatemala?
Muchas personas apuntan a factores como el materialismo capitalista combinado con la pobreza de unas masas desorientadas y sujetas al liderazgo, muchas veces, de políticos que más bien explotan populistamente sus enormes necesidades. Y es verdad que hay algo de eso, así como de que la formación familiar ha fallado. Tantas familias disfuncionales enfrentadas a circunstancias tan difíciles en lo material, también, aumentan las probabilidades de que se rompa con la vida civilizada. Y el sistema de educación formal es un enorme fracaso. Casi no hay semana que no se publique algún artículo sobre la falta de preparación de los maestros, las condiciones escandalosas de las escuelas públicas rurales, etcétera. Sin embargo, ante todo ello, esa parte de la sociedad que todavía cree en la Ley y el orden; que todavía piensa en que no son los cauces de la violencia los que pueden resolver los problemas humanos fundamentales, tiene opciones. Una de esas opciones es, creo yo, la que ha predominado en la mentalidad de los guatemaltecos y está fundamentalmente equivocada.
Es la idea de que, al cambiarse a la sociedad, esto es, al dársele más y mejor educación escolar a esas masas, al dárseles deporte, salud, cultura, vivienda, seguridad social, universidad y un ambiente limpio y sano, desaparecerán también las causas de la violencia, el crimen, la irracionalidad.
Sin embargo, las estadísticas criminales nos demuestran, no solamente en Guatemala, que muchos de los que se permiten segar una vida humana a cambio de dinero provienen de otros estratos sociales y de circunstancias que, por así decirlo, no justificarían su opción por la violencia como forma de vida.
Más bien se trata de personas que, ante los incentivos para ellos irresistibles de un enriquecimiento meteórico, sin mayores consecuencias que temer, se lanzan a las más despreciables empresas criminales.
La opción que realmente tiene que tomar la sociedad es otra: dotar de recursos, formación y protección institucional a sus fuerzas de seguridad, a sus investigadores, a sus fiscales, a sus jueces, a sus sistemas de presidios. La sociedad puede armarse y defenderse eficazmente, dentro del marco de la democracia y del respeto a los derechos fundamentales de las personas. Si puede hacerlo, debe hacerlo.
Es alentador, claro, que el Ministerio Público y el de Gobernación lograran recientemente varias capturas en los casos de San José Pinula y del asesinato de Facundo Cabral, prueba de que sí es posible actuar con la fuerza de la Ley como respaldo.
- 23 de julio, 2015
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