El Salvador: Los empleos dignos
El presidente Funes no pierde su capacidad para decir cosas extraordinarias. En la inauguración del Octavo Foro de Ministros encargados de Desarrollo Social de America Latina, dijo: "La verdad es que El Salvador no ha alcanzado los niveles de crecimiento económico y desarrollo que nos permitan garantizar ingresos y empleos dignos a las grandes mayorías".
Estas palabras son extraordinarias por dos razones, igualmente sorprendentes: La primera es que pareciera que el presidente acaba de descubrir que hay una relación entre el bajo nivel de desarrollo y el nivel de ingresos de la población. La segunda es que parece no darse cuenta de que sus políticas, su lenguaje y su comportamiento han trabajado al contrario de lo que se necesita para que haya desarrollo y mejores salarios.
El que el presidente haya dejado salir esta contradicción sugiere que él todavía no ha identificado el factor que genera los mejores salarios en un país desarrollado –la abundancia del capital– ni el proceso que genera el capital, que se llama inversión. Los países desarrollados generan ingresos altos para su población porque tienen muchos bienes de capital físico: maquinaria, equipo, infraestructura y mucho capital humano, incorporado en conocimientos científicos y en una capacidad superior de organización.
Todo este capital permite pagar salarios más altos porque multiplica el trabajo de las personas. Para ver cómo funciona esto piense que usted cocina unas tortas que tienen mucha demanda, de modo que puede vender todas las que produce. Si lo hace usted en su cocina, sin ningún equipo especial, usted podría producir dos tortas al día, que vendidas a diez dólares cada una, le producirían veinte dólares de ingresos brutos diarios. Suponga que sus costos de materias primas: harina, mantequilla, azúcar, etc., fueran de seis dólares por torta, le quedarían ocho dólares para pagar por su trabajo y el de un asistente. ¿Cuánto le podría pagar al asistente? No mucho, ¿no es cierto? Aun si le pagara la mitad de lo que le entra a usted, sólo le podría pagar cuatro dólares diarios, ciento veinte al mes.
Ahora suponga que existe un equipo moderno de cocina y manipulación que le permite producir cien tortas al día. Esto le sube los ingresos brutos a mil dólares diarios. Los costos de materiales serían de seiscientos dólares, de modo que le quedarían cuatrocientos dólares. Suponga que de esto pagaría el costo de la maquinaria, que digamos sería de cien dólares diarios. Le quedarían trescientos diarios para usted y para el salario de su ayudante. Usted podría pagar salarios dignos a usted mismo y a este ayudante, y tendría unas utilidades dignas también. Eso es lo que pasa en los países desarrollados. Los trabajadores ganan mucho más porque producen mucho más, también porque manejan maquinarias que multiplican su trabajo.
Lo pueden hacer porque existen bienes de capital. Y estos existen porque alguien ha invertido en el pasado, ahorrando (es decir, dejando de consumir) para comprar la maquinaria. Lo que uno ve al llegar a una ciudad como Nueva York, o a una de esas enormes fábricas en las que unos pocos empleados producen enormes cantidades de riqueza, es el fruto del ahorro de muchas personas por muchos años en el pasado. El Empire State no existía en Manhattan, ni creció como crece un árbol. Alguien ahorró, y se arriesgó, para construirlo. Ese proceso se llama inversión. La acumulación de las inversiones es el capital de un país. Eso es lo que necesitamos para poder pagar salarios dignos.
Por supuesto, el capital no sólo es físico. Mientras más sofisticada es una maquinaria y más riqueza produce por trabajador, mayor es la educación que se necesita para manejarla. La educación, el capital humano, es el complemento del capital físico que se necesita para que éste produzca mucha riqueza y salarios altos. Esta educación es también el fruto del ahorro de muchas personas, que en vez de consumir ahorraron para educarse.
Entonces, si queremos que en el país tengamos salarios altos, lo que debemos hacer es establecer las condiciones para que haya mucha inversión en El Salvador. Hasta ahora, sin embargo, el gobierno del presidente Funes ha hecho todo lo posible para detener la inversión, desde ponerle cada vez mayores requisitos burocráticos hasta la última y peor idea: ponerle un impuesto al capital, castigando así lo que más necesitamos, el capital, y lo que lo produce, la inversión.
Peor aún, el FMLN continúa amenazando con establecer un régimen como el cubano en nuestro país, lo que obviamente significa quitarle los frutos de su trabajo a los que inviertan para generar ingresos más dignos para sí y sus trabajadores. ¿Quién va a invertir para que el gobierno le quite estos frutos? Es como si el gobierno quisiera que la gente se quede produciendo dos tortas diarias y pagando los salarios que ahora tenemos.
Esperemos que un día de estos el presidente se dé cuenta de esta contradicción y enuncie esta verdad también: que los impuestos al capital son negativos porque detienen la inversión, impidiendo que se generen más empleos con mejores salarios. Y esperemos que, al visualizar esto, actúe en consecuencia para el bien del pueblo salvadoreño, facilitando la inversión y garantizando la propiedad de los frutos que ésta produzca.
El autor es Máster en Economía, Northwestern University y columnista de El Diario de Hoy.
- 28 de diciembre, 2009
- 28 de marzo, 2016
- 29 de mayo, 2015
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