Chile: Piñera cambia y pone la mira en su sucesión
Los opositores de Sebastián Piñera podrán aducir que los cambios en el gabinete ministerial del lunes se parecen demasiado a los enroques del chavismo o del kirchnerismo: una calesita en la que giran los mismos nombres de siempre para colgarse después una chapa de cargo gubernamental distinta. Si bien el presidente chileno, presionado por la baja en las encuestas y las huelgas estudiantiles y mineras, dio un empujón a la puerta giratoria y trocó de silla a cuatro de los miembros de su «staff», hay que poner la lupa, sobre todo, en la incorporación de dos senadores de la UDI: su primo hermano Andrés Chadwick en la Secretaría General y Pablo Longueira en el Ministerio de Economía. Y también, claro, en la estática: la no salida de Rodrigo Hinzpeter del Ministerio de Interior, una cabeza reclamada fuertemente por la ultraderechista UDI -socia de Renovación Nacional en el Gobierno-, que Piñera no entregó.
«Ruinas circulares», rotuló, no sin sorna, un operador político cercano a La Moneda cuando Ámbito Financiero le preguntó por el flamante elenco. «Sigue siendo un gabinete de amigos», agregó. Pero si de círculos concéntricos se trata, el primero a barajar es que con salidas, enroques e incorporaciones Piñera cambió el tono de su administración: un movimiento de ocho fichas, táctico, para darle un perfil más político. Poco queda de aquel «dream team» de técnicos eficientísimos, pletóricos de posgrados británicos y estadounidenses, que juró en marzo de 2010. El presidente tuvo que apuntalarlo el lunes restándole al Senado a otros dos de sus miembros, que se agregan a los que había «tomado» a principios de año: Andrés Allamand (de Renovación Nacional, RN, su partido) para Defensa y Evelyn Mattei (UDI) para Trabajo.
Los dos nuevos ministros, el «primo» Chadwick para la tarea de ser vocero oficial y coordinador político con el Congreso (esto último fue una falencia de la saliente Ena von Bauer) y Longueira para Economía (un UDI atípico, de discurso más populista y con consenso en estratos sociales más pobres) se iniciaron en la política en los tiempos de Augusto Pinochet. Es más, la estrecha relación de ambos con el exsenador Jaime Guzmán (en cuyo asesinato, según la Justicia chilena, participó Sergio Apablaza, hoy refugiado en la Argentina y que el Gobierno de Cristina Kirchner se negó a extraditar) podría, quizás, traerle algún dolor de cabeza a la Casa Rosada. Pero la fuente consultada por este diario en La Moneda quiso ser taxativa: «El tema Apablaza lo lleva el presidente Piñera».
A medir asimismo está otro de los aros concéntricos de este recambio: el movimiento darwiniano con que Piñera buscó preservar a figuras y presidenciables de cara a las elecciones municipales de 2012 y las generales de fines de 2013. Uno de ellos es el «ministro estrella», surgido con el rescate de los 33 mineros atrapados en Copiapó: Laurence Golborne. En el enroque, el mandatario lo colocó en Obras Públicas, una rampa de lanzamiento que está bien lejos del caldero de huelgas mineras y protestas «eco-verdes» contra el proyecto energético de HidroAysen que lo azuzaba hasta el lunes.
Otro de los preservados es el ministro de Defensa Allamand, un factótum de peso en RN que el presidente cuida con esmero. Piñera también promovió a la «presidenciabilidad» a Felipe Bulnes, flamante ministro de Educación y hasta el domingo a cargo de Justicia. Como están las cosas hoy en Chile, Educación puede ser una lápida o un trampolín: es el área más reclamada por los miles y miles de estudiantes y docentes que marcharon por las calles de Santiago y las principales ciudades del país en las últimas semanas. La cartera, hasta ahora, había caído (en su sentido más literal) sobre Joaquín Lavín, un UDI muchas veces presidenciable que Piñera había incorporado a su gabinete con inmensos reparos. Con Bulnes en el cargo, dicen en Santiago, ahora las reformas en el Ministerio de Educación tendrían mejor resolución. Desde La Moneda, claro.
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