Chile: La tentación populista
Cada administración sabe perfectamente dónde le aprieta el zapato. Así como los gobiernos de centroizquierda tienen que preocuparse mucho de la disciplina fiscal para demostrar su seriedad, así también los de centroderecha tienen que pensarlo dos veces cuando se tientan con mantener a palos o con tanques el orden público. Si no lo hicieran, quedarían muy expuestos a la acusación de tener desviaciones autoritarios. Por lo mismo, sus cuadros tienen perfectamente claro el tribunal ante el cual en primera instancia han de comparecer. Al final, esa ecuación entre lo que los gobiernos son, lo que quieren ser y la imagen que por ningún motivo quisieran dar es lo que describe la escala de los registros que están dispuestos a utilizar desde el poder. Unos sí, otros no. No es cierto que todo valga. Hay cosas que un gobernante de izquierda no puede hacer sin traicionar a su mundo y otras que uno de derecha tampoco se puede permitir sin perder toda la credibilidad que tenga ante su base electoral.
Porque las cosas son así no es raro que en las últimas semanas diversos observadores, al analizar las incidencias del último cambio de gabinete, hayan manifestado temores de una fuga al populismo por parte del actual gobierno.
Las prevenciones, más que estar dictadas por la ortodoxia tecnocrática, provienen del coreográfico libreto de improntas y sesgos que el imaginario político prescribe para un gobierno como el actual. Las dudas están sobre todo relacionadas con el desempeño del ministro Pablo Longueira en Economía. El ex senador, que sucedió en el cargo a Juan Andrés Fontaine, un economista serio y de reconocida competencia y rigor, vino a hacer política al gabinete y él sabe mejor que nadie que entre los grandes cometidos de su gestión está el desafío de desmontar el prejuicio que asocia al gobierno del Presidente Piñera a una trenza que junta los intereses de los peces gordos con los de las grandes empresas.
PREGUNTAS CON ADRENALINA
El tono golpeado de su primera conferencia de prensa, cargada de advertencias contra Walmart, contra las prácticas abusivas y contra los desafueros que pudieran estar cometiendo otras empresas del retail, hizo ver que el nuevo secretario de Estado traía una agenda inmediata y clara. A esa reunión sucedió un encuentro suyo de tono parecido con supermercados y multitiendas y el emplazamiento a las empresas del sector telecomunicaciones para que ajusten, dentro de un plazo más bien exiguo, sus contratos masivos a las normas actuales de protección al consumidor.
¿No es esto populismo, se pregunta la cátedra? ¿Significa que el actual gobierno se encamina a un choque frontal con el empresariado, oliendo quizás que este conflicto podría generarle retornos políticos interesantes? ¿Llegará la administración de Sebastián Piñera, de cara a la galería, al menos, a chequeos, verificaciones y prácticas intervencionistas que ni siquiera se cruzaron en el imaginario político de las cuatro anteriores?
No obstante haber mucha adrenalina en estas preguntas, hay también mucha mistificación en este orden de ideas. Desde luego es un tanto matapasiones saber que casi todo lo que el Sernac ha estado haciendo venía de mucho antes que Pablo Longueira llegara a Economía. El ministro, claro, le ha dado más fuerza y relevancia a los cometidos y tareas que se ha impuesto la repartición dependiente de su cartera y comandada por José Peribonio en absoluta sintonía con La Moneda. Está bien: asignarle proyección política a lo que hacen los ministerios es lo que se espera que hagan los ministros y es precisamente eso lo que Longueira ha estado haciendo.
Olfatos más refinados y quisquillosos -también más sensibles desde la perspectiva académica- identifican asimismo hedores populistas en iniciativas de alcance eminentemente redistributivo, como lo es la eliminación del descuento del 7% de salud de las pensiones de los trabajadores pasivos y la extensión del posnatal a seis meses para gran parte de las madres que trabajan.
UNA PERVERSION TRANSVERSAL
Como perversión de la acción política, el populismo designa un mix de comportamientos que, organizado en torno a un discurso generalmente antitecnocrático, cargado de halagos demagógicos y muy crítico de las elites, privilegia los beneficios del presente frente a los costos que ellos puedan implicar en el futuro. El populismo también se caracteriza por una conexión muy emocional o carismática del gobernante con "su pueblo", entendido con frecuencia como un rebaño que aplaude cuando tiene que aplaudir y pifia cuando tiene que pifiar.
De Perón al comandante Chávez, del general Velasco Alvarado a los presidentes Evo Morales o Rafael Correa, el populismo de izquierda explica buena parte de la historia política latinoamericana, que es una historia lamentable de concentración de poder y obsecuencia.
Pero lo cierto es que está lejos de ser un fenómeno privativo de la izquierda y no deja de ser un signo de los tiempos que últimamente la misma enfermedad haya reaparecido en Europa allí donde menos los observadores la estaban esperando: en el frente de los partidos de extrema derecha que ahora están expandiéndose en Noruega, en Austria, en Holanda y Francia, incluso, en función del regreso de las pulsiones nacionalistas y xenófobas, del creciente rechazo a las burocracias de Bruselas, de la crisis económica y las frustraciones conectadas a la quiebra del estado de bienestar.
LA PUERTA ABIERTA
En relación a las heridas que dejó en la región y a las que ahora amenaza con dejar en la Europa más responsable y circunspecta, Chile parece de momento un país muy blindado contra la tentación populista. El hecho no sólo habla bien de su clase política. También de su arquitectura institucional, porque en esto la norma de la constitución que reserva exclusivamente al Ejecutivo las iniciativas legales que entrañen gasto ha jugado un rol fundamental. De otro modo hubiera sido imposible el saneamiento del Fisco. Hasta ahora ese precepto no había estado en entredicho. Sin embargo, una evidencia de lo extraviada que anda la Concertación se pudo tener hace poco a raíz de su tentativa de echar esa restricción por la borda. Teniendo en cuenta que el operativo fracasó por un solo voto en el Tribunal Constitucional, no hay muchas razones para cantar victoria definitiva. Si ahora la puerta se alcanzó a cerrar a último minuto, nada garantiza que mañana no pueda quedar abierta.
Dada la liquidez política que se observa actualmente en el país, nada garantiza tampoco que, sin perspectiva de acuerdo, inmovilizado el gobierno y ensimismada en sus inseguridades la Concertación, el populismo no pueda prender por los lados. En realidad, por ahí sobra el pasto seco y la están dando para que la pradera se incendie.
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