Guatemala: Voto o ley
En ciertos países donde no está sustancialmente arraigada, se habla a menudo de consolidar la democracia. El concepto es difícil de encuadrar porque no hay parámetros muy claros sobre el nivel de democracia de cada país, a pesar de que, de una u otra forma, ciertos indicadores lo intentan reflejar.
En el caso guatemalteco, la pugna de la ex esposa del Presidente de la Republica, Sandra Torres, divorciada de aquel para poder presentarse como candidata electoral y así evadir la prohibición constitucional que sobre ella pesa, es algo emblemático que puede servir para comenzar la discusión del tema propuesto.
Entre sus argumentos, la “imposible candidata” incluye el apoyo de más de un millón de firmas de ciudadanos que la “quieren” como lideresa o el derecho humano a elegir y ser electa, entre otros principios. Cuestiones muy fáciles de presentar y comprender por una masa orteguiana pero que se caen por su propio peso en un Estado de Derecho y en una democracia consolidada.
Ni el derecho a elegir y ser electo es absoluto ni mucho menos la mayoría (o un significativo número de ciudadanos) puede violentar la ley. Es ahí, precisamente donde hay que poner especial atención. De no hacerlo el populismo se justifica por la inacción ante tales planteamientos no siempre sutiles siquiera.
Muchos ciudadanos, en no importa que país del mundo, tienen vetada la posibilidad de ser electos. Reclusos que pierden sus derechos civiles, extranjeros que no están nacionalizados o incluso estándolos son excluidos por no ser naturales del país, menores de cierta edad y casi siempre de 18 años y un largo etcétera que no requiere mucha detención para exponerlo ni para explicarlo.
El otro argumento, el de la mayoría que tiene la capacidad de decide que hacer, es más difícil de comprender por algunos. Si aceptamos esa simple y particular definición de que la democracia es el “gobierno de la mayoría” tal y como algunos admiten, estamos a un milímetro de admitir la dictadura de la mayoría y el populismo más despiadado. Esa misma mayoría (o en nombre de ella) terminará por permitir la expropiación, autorizar la cárcel o poner el listón impositivo donde deseen y siempre fuera del “colectivo” al que se atribuyen pertenecer.
No comprender que la democracia es un sistema de gestión en el que nunca se debe de permitir violentar un derecho individual o de minorías, puede impedir o dificultar hablar de consolidación de aquella, de gobernanza o de cualquier otro término asociado a la convivencia ciudadana pacífica.
En demasiados países latinoamericanos, y Guatemala no es excepción, se está jugando descarada y peligrosamente con esa forma interesada y falaz de presentar ciertos argumentos ¿Por qué no permitir que una candidata apoyada por un significativo número de personas se presente a las elecciones? Caso de no contar con la respuesta inmediata y clara, será complejo hablar de consolidación de la democracia, de avance de las libertades fundamentales y muchos menos de Estado de Derecho.
La ley no puede ser vulnerada por nadie y la reglas del juego (normas y leyes) deben prevalecer sobre los cambios arbitrarios y caprichosos producto interesados del momento político porque de lo contrario estamos aceptando que cualquier, en no importa que situación, puede emprender modificaciones similares que siempre obedecerán a los intereses del promotor o del grupo que lo sustenta.
No es momento de hablar de mejorar la democracia sino de comprender los principios básicos que sustentan el modelo. Sin ellos, cualquier trabajo que se emprenda para consolidar principios no comprendidos ni definidos, será un trabajo perdido y vacío.
- 23 de julio, 2015
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