Economía informal es un salvavidas para Guatemala
La falta de empleo formal en el país no detiene la actividad productiva. No cabe duda de que las ganas de trabajar y sobrevivir honradamente existen. Las personas no se dejan vencer y buscan una ocupación para poder sobrevivir.
No es difícil encontrarse por la vida a muchas personas que desde muy temprano aprovechan el sol, la lluvia y las actividades masivas, ya sean éstas festivas o hasta protestas contra alguien. El asunto es aprovechar y “sacar unos cuantos quetzales”.
Tal es el caso de un hombre que desde las 10 de la mañana estaba vendiendo sombreros por si aquellos que asistían a la feria patronal de Palín, Escuintla, se les había olvidado llevar en su atuendo una de estas prendas que combinara con el desfile hípico que marchaba por las calles de la localidad.
Unas horas después, con la amenaza de una fuerte lluvia, vendió retazos de plástico que se convirtieron en capas para los asistentes a otra actividad. “Aquí vendo a Q10 el pedazo”. Su inversión había sido de Q50, los que en el período de una hora había recuperado y había sacado una ganancia del 120%. “Ayer, fui a la capital y como el mercado es diferente, corté un pedazo más pequeño y lo vendí en Q5 a los manifestantes que se concentraron frente a la Corte Suprema de Justicia”.
Sin cifras
A pesar de que varios centros de análisis se han propuesto realizar estudios para saber cuánto ha crecido la economía informal en Guatemala, todavía no han logrado concretar esa cifra.
En estudio del Programa de Naciones Unidad para el Desarrollo (PNUD) El sector informal en la Guatemala de hoy, publicado en 2006, revela que entre1989 y 2006 la tasa pasó de 66.8% a 71.3%, y recientemente la Asociación de Investigación y Estudios Sociales (Asíes) realiza un estudio que durará tres años a fin de definir si esa tasa creció en los últimos años. Según el PNUD, de la Población Ocupada en empresas con menos de 6 trabajadores, la tasa pasó de 66.4% a 67.7%, en un período de 16 años. Lo que quiere decir que más de 6 de cada 10 personas ocupadas trabajan en empresas de menos de 6 empleados. Es decir, todas aquellas que no gozan de economías de escala ni de alta productividad.
La Encuesta Nacional de Condiciones de Vida (Encovi), publicada en 2006 por el Instituto Nacional de Estadística (INE), revela que personas sin seguro social, pero que pertenecen a la población ocupada, superan el 80% y que el 82.7% no contaba con un contrato laboral de ningún tipo y, por ende, se calificada como informal.
Sí. Hace cinco años la tasa llegaba al 71.3%, temporada en la que el crecimiento de la economía era estable y el crecimiento del Producto Interno Bruto (PIB) era de 5.4%, lo cual pone en perspectiva el actual escenario, pues después de la crisis de 2009 el crecimiento no ha superado el 3%, y con el arrastre que nos espera debido a la amenaza de una recesión en Estados Unidos y en la Zona Euro, no es difícil imaginar que la economía no formal se apoderará más del mercado. Esa es la manera de salir al rescate de muchas familias que quieren ganarse honradamente sus ingresos.
Creando alternativas
Desde esa óptica, la informalidad puede verse como un paliativo para los honrados, pues visto está que, en cualquier parte del mundo, agenciarse de ingresos puede ser de cualquier forma; sin embargo, para el crecimiento económico de un país y para el mejoramiento de la calidad de vida no aporta mucho.
Menos ingresos al Seguro Social, menos impuestos, si acaso el Impuesto al Valor Agregado (IVA) que aportan en las actividades de consumo que realizan a diario.
El CIEN, hace diez años concluyó que la economía informal representaba un 30% del PIB y que entre la década de 1980 a 1990 se redujo al 20%; no obstante, la tendencia ha sido al alza.
Un dato histórico importante es que antes de la década de 1960 la economía informal era significativamente baja, y después de 1961 sube aceleradamente a un máximo de 35%.
Aunque no es deseable que aplique aquel dicho que reza: Mal de muchos, consuelo de tontos, ni siquiera los países industrializados han logrado que la tendencia se muestre a la baja, aunque es por mucho más baja que América Latina, el promedio saltó de 13.2%, registrado en 1989 a 16.7%, en el 2000 (lea: Se mantiene).
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