Chile y las encuestas: ¿Tocó fondo el gobierno?
Gran revuelo con el resultado de la encuesta CEP, que afectó a toda la clase política, aunque todos sabemos que lo más importante es la aprobación del Presidente, que descendió a 26%, mientras que el rechazo subió a 53%. Nada nuevo, cuando se considera que la encuesta Adimark del día anterior ya había arrojado un 30% de aprobación y un 62% de rechazo. Claro que en la primera cayó del umbral psicológico de apoyo del 30%, pero en cambio exhibe en ella un rechazo significativamente inferior (nueve puntos menos). Sumando y restando, ambas colocan el respaldo al Presidente en un mismo nivel, ciertamente bajo.
Sin embargo, la Adimark se integra a una película de cuadros mensuales, que muestra el detalle de la evolución, conforme a la cual la caída había sido sistemática y casi dramática en menos de un año, pero que se habría detenido. En junio, la aprobación fue 31% y el rechazo 60%, diferencias con julio sin significación y que permiten aventurar que en este mes se tocó fondo, o al menos que la tendencia a la baja se desaceleró sustancialmente. Tocar fondo significa que el gobierno se habría quedado con el voto duro, que pudiéramos identificar con la derecha propiamente tal, esa misma que se pretende que no aparezca mucho. Por la inversa, habría perdido unos 10 puntos de apoyo que el sector había consolidado como suyos en los últimos años en las elecciones parlamentarias y municipales.
¿Puede caer más? No es muy probable, porque los que siguen apoyando lo hacen en forma más militante, aunque están intranquilos al ver que el riesgo de populismo es cada vez mayor. Cuando se está en crisis, lo primero es consolidar las propias huestes y todos los pasos que dé el gobierno tendrían que apuntar a tranquilizarlos. Por ello, no se entiende que vaya a arremeter de nuevo con el "AVC", un tema que divide a sus bases y que incomoda en el segmento que se mantiene más leal.
¿Puede remontar? Sin duda, a pesar de lo complejo de la situación, cuando en lo inmediato se trata de recuperar esos 10 puntos, siempre que se haga el diagnóstico correcto del porqué de su desafección. Desde luego no es la situación económica, que es buena y de agravarse en el mundo se valorará cada día más -como le sucedió a la ex Presidenta Bachelet-, por lo que no cabe tomar el riesgo de hacer cambios ahí. Tampoco es la educación, aunque la gente la haya elevado según la CEP casi al primer nivel de preocupación, porque tiene mucho de tema comprado por la temperatura ambiente: al cabo, la crisis de la educación se remonta a muchos años. Más bien, las causas parecen ser una sensación de debilidad del gobierno, el desorden en las calles y la percepción de falta de capacidad para solucionar los problemas, lo que coincide con la caída en la CEP de los atributos presidenciales correspondientes.
La receta estaría -hoy más que nunca- en exhibir claridad de propósito y mano firme, como se hizo frente a la marcha de los estudiantes. La reacción de éstos con un ultimátum de seis días para acatar sus pretensiones o exigiendo plebiscitos facilita la tarea. El ciudadano común no ha perdido el norte como para creer que los estudiantes son los llamados a definir nuestro destino.
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