Hugo Chávez: Como un Cristo sufriente
SALAMANCA. – Superados los primeros momentos que debieron haber sido de pánico, aunque lo negó en todo momento, Hugo Chávez ha resuelto hacer de su enfermedad una bandera más de su política exhibicionista. Cuando Fidel Castro acudió al hospital a decirle que le habían encontrado un tumor canceroso, el líder bolivariano dijo que tomó la noticia con firmeza, con la solemnidad que imponía la presencia de Fidel trayéndole la mala nueva. ¿Qué otra cosa podía decir? Era como esos héroes que al morir en batalla lanzan una frase célebre que es recogida por la posterioridad y puesta en letras de bronce en todas las placas conmemorativas que se colocan al pie de sus monumentos.
Cuando Ernesto Sábato estuvo en Paraguay, en un encuentro con el público alguien le preguntó si era cierto que Juan José Lavalle, de quien describe su muerte en “Sobre héroes y tumbas”, había dicho tal o cual cosa en el momento de ser muerto por unos disparos que se hicieron a través de una puerta cerrada. Sábato, que no se caracterizaba por su paciencia, hizo un gesto como de desprecio y respondió algo así como: “Los héroes siempre dicen frases grandilocuentes en el momento de morir. ¿Quién va a estar allí para recogerlas? Además, ¿quién se preocupa de decir cosas para la eternidad cuando te están matando? A lo sumo dirá ‘carajo, no me maten”.
Lo macabro de esta historia, la de Chávez, no la de Sábato, es que ha asumido su enfermedad como una herramienta de exhibición ante sus seguidores, no para servir de ejemplo a quienes también sufren la misma enfermedad, para alentarlos a soportar el dolor, para enfrentarla con dignidad. Algo así como aquellas pequeñas revistas que, en forma de historieta, ofrecían “Vidas ejemplares” de santos, mártires y otros que sufrieron por sus creencias cristianas. Nada de esto. Lo que quiere decir es: “Miren qué enfermo estoy. No me causen más disgustos”.
Chávez es uno de los presidentes que no han podido separar el cargo que ocupa y las funciones que debe desempeñar como tal, de lo que es como persona, con su derecho a la privacidad a la que no deben tener acceso los demás. Para él todo se confunde en una misma cosa, tanto lo público como lo privado, tanto lo íntimo con la exterioridad. Recuérdese, creo que fue un año atrás, si no me equivoco, cuando en un momento de sus programas dominicales de televisión, dedicó seis minutos de su discurso, para explicar, con lujo de detalles, el día que sufrió un ataque de diarrea. “Yo también soy un ser humano”, aclaró por si alguien le tenía confundido con alguna divinidad, “y sufro las mismas cosas que sufren todos los seres humanos”. A continuación entró en el tema, refiriéndose lo que le tocó vivir con motivo de la inauguración de un túnel. Estaba colgado en YouTube. No sé si seguirá porque era una pieza de antología.
En una de sus apariciones por televisión, dijo: “¿Se acuerdan ustedes de aquel actor que se llamaba Yul Brynner? Pues bien, yo voy a ser Yul Chávez”, refiriéndose al cabello que se le ha comenzado a caer a raíz del tratamiento de quimioterapia que está recibiendo en Cuba. A pesar de sus continuas referencias al cáncer que sufre, este es el momento en que no se ha podido saber dónde está localizado. El tema es que si tanto le aqueja su enfermedad, pues que se quede en su casa hasta que se restablezca y tenga las fuerzas necesarias para poder ejercer la presidencia de un país que, desde que él tomó el poder, se ha vuelto enormemente conflictivo. Tan precario es el equilibrio de poderes y de grupos que pugnan por alzarse con el gobierno, que, incluso yendo contra la Constitución, las veces que se ausenta del país, y desde que se le descubrió el tumor son muy frecuentes, no delega en nadie nada. Aparentemente delega algunas atribuciones en su vicepresidente. Pero la firma final, el sello, el visto bueno, lo pone él. Debe ser el único presidente que tiene su país en Sudamérica y su despacho en La Habana.
No solo tiene que cuidarse de la gente de su entorno, pues sabe que de allí saldrán sus más peligrosos enemigos, sino además se prepara ya para las elecciones presidenciales que se realizarán el próximo año. Gracias a ellas y su pátina de democracia, tendremos seis años más del “comandante” que ya ha anunciado que ocupará el palacio de Miraflores hasta el 2030.
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