Libertad de prensa en Ecuador
Decía el señor presidente en su mensaje-diatriba que si no hubiera libertad de prensa no se habría dado la conjunción, espíritu de cuerpo lo llamó, de los grandes rotativos demandando precisamente la libertad de prensa que, con toda razón, sienten en grave y seria circunstancia. Seguramente esa conjunción aún puede darse porque aún no se expide la Ley de Comunicación, suscrita por un asambleísta, pero cocinada por quién sabe cuántos y qué clase de asesores. Aún más, ya cae sobre el ejercicio periodístico el temor de una judicialización de sus opiniones y de una querella en la que se demande y jueces convenidos sentencien pagos millonarios y prisiones.
La libertad de expresión no existe si se afila la espada de Damocles para colocarla sobre la cabeza de cuantos piensan y escriben y lo hacen sin aceptar el diapasón del gobierno que quisiera y, seguramente pretende, mantener una prensa dócil que solo fuera capaz de aplaudir los aciertos y hasta los errores y las graves irregularidades.
Ya su Excelencia, estalló en uno de sus temperamentales y frecuentísimos momentos de mal humor, cuando supuso que esa Ley de Comunicación, haría algunas concesiones a quienes quieren verdaderamente una comunicación libre y darían cumplimiento a los compromisos que el oficialismo suscribió en reuniones anteriores que, luego de la andanada presidencial, fueron no solo olvidados, sino rotos, hechos trizas, para presentar un informe al pleno de la Asamblea, con esa espada damocleciana, perfectamente afilada no solo por un asambleísta andino, sino probablemente por quienes le asesoran, situados en las cercanías o en el interior del palacio de Carondelet. Pero no se puede sostener que hay libertad de prensa si quien tiene en sus manos casi todos los poderes y los tendrá todos cuando los trillizos acaben la tarea que les ha sido encomendada para organizar una justicia de bolsillo, ocupa casi una hora de algo que debía ser su mensaje a la nación, en una diatriba, corregida y aumentada de las sabatinas, en contra del periodismo libre, acusándolo de manera totalmente indebida de alterar el criterio oficial respecto de los hechos del 30 de septiembre y repudiando una supuesta pregunta que inquiere quién ordenó disparar, cuando la pregunta no es esa, sino quién ordenó el operativo de masa, para una confrontación bélica, en las inmediaciones del hospital, donde se hallaba el señor presidente.
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