Se necesitan más padres que policías
El Colombiano, Medellín
Hace unos días tuve la oportunidad de dar un curso para miembros de la Inteligencia de la Policía y tengo que manifestar lo gratificante y sorprendente que fue la experiencia de enseñar, pero sobre todo, aprender de estos servidores públicos muchas veces estigmatizados por tantos colombianos amargados y malagradecidos.
Reconocer que uno tiene mucho que aprender y desaprender resulta ser el milagro que hace del oficio de educar un privilegio. Fue aire fresco ver de primera mano el nivel de los miembros de la Inteligencia de la Policía, su incansable interés por aprender, tan escaso en muchos claustros universitarios y empresariales, su capacidad para relacionar factores, evaluar los fenómenos desde ópticas más amplias e integrales, reconocer falencias y tener las agallas para pensar que algo de lo que están haciendo puede hacerse mejor o diferente. Todo esto en el marco de instituciones en las que la escasez de recursos es más grande que la responsabilidad que les asignaron, el dolor de ver a sus compañeros asesinados en atentados y la zozobra diaria de tal vez ser el próximo.
No eluden su compromiso con la sociedad, pero termina uno por reconocer que esa misma sociedad ha evadido su responsabilidad al pensar que el tema de la seguridad es un asunto exclusivamente policial, en la que los ciudadanos y los gobernantes locales solo tienen el derecho a exigir por el hecho de pagar impuestos o por pagar la gasolina de las motos o patrullas.
Pero de esta experiencia quedan muchas preguntas: ¿Qué tan fácil se ha vuelto ser padre cuando las consecuencias de las equivocaciones y maldades de sus hijos son culpa de la policía y no de ellos? ¿Por qué no culpar al padre que tuvo suficiente esperma para reproducirse, pero fue estéril de carácter para evitar que su hijo se volviera un mariguanero y ratica de barrio? ¿Por qué tiene que ser la policía quien se deba encargar de detener al muchacho que se droga enfrente de su casa y no su padre? ¿Será que el papá quiere estar tranquilo para poderse emborrachar con alcohol? ¿No será que una porción considerable de tanta delincuencia se deba a la alcahuetería y hasta complicidad de sus padres? ¿Dónde están las mamás de jovencitas que todavía no han podido cambiar su tarjeta de identidad por la cédula, pero eso no les impide ejercer de prostitutas júnior que se están vendiendo por 5.000 mil pesos, sí, 5.000 mil pesos? ¿Será que están esperando su parte de las ventas de sus hijas? ¿Por qué será que cuando se va a detener a alguno de estos delincuentes sin cédula salen sus cómplices padres a atacar a los oficiales? ¿Será que lo que tenemos es una especie de padres cobardes, por estupidez, interés económico o comodidad, que se tragaron el cuento que corregir, decir "no" y prohibir es "malo"?
Muchos candidatos andan proponiendo de forma facilista que el remedio es solamente tener más policías, cámaras o patrullas, o piensan eludir la responsabilidad directa del alcalde en la seguridad inventándose un puesto nuevo en el gabinete. La seguridad es un factor transversal y responsabilidad de "todo el gabinete" y no se resuelve con un puesto nuevo en el gabinete.
Sin duda que no sería malo tener más fuerza pública, pero el asunto de la seguridad no se va a solucionar solo por eso. La próxima vez que preguntemos ¿Dónde está la policía?, tal vez lo que debamos preguntarnos es ¿Dónde están y dónde debieron estar los padres de los delincuentes e infractores?
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