Arrollador triunfo de Cristina
El Imparcial, Madrid
Evidentemente, se trató de una mera expresión de deseos. Todos los que pensamos prematuramente que, como consecuencia de los triunfos de la oposición en Santa Fe, Córdoba y la ciudad de Buenos Aires se estaba creando un clima electoral adverso al oficialismo, deberíamos llamarnos a silencio o ensayar un mea culpa por no haber sabido ponderar el grado de respaldo a la persona de Cristina Fernández de Kirchner, su desempeño al frente del gobierno y su más que probable continuidad en el poder tras los comicios de octubre.
En lo personal, debo decir que me equivoqué de medio a medio, como lo demuestra la arrolladora victoria de Cristina a lo largo y ancho del país (inclusive en distritos que le fueron hasta hace muy poco esquivos) en las primarias obligatorias que, por vez primera, tuvieron lugar en Argentina, las cuales se desarrollaron sin mayores contratiempos y con una alta participación del electorado que superó el 75 %. Se impuso por una cifra mayor al 50 %, mientras ninguno de sus competidores alcanzó siquiera un módico 13 %. Las razones podrían reducirse fundamentalmente a dos: la fragmentación de una oposición que en todos estos años no fue capaz de estar a la altura de las circunstancias, recomponiendo viejos acuerdos o tejiendo otros nuevos, y una economía que, por ahora, nos mantiene a resguardo de la crisis internacional. Súmese a esto un discurso progresista con el que se identifican amplios sectores medios; un ritual peronista que, de la mano de las prácticas asistencialistas, genera adhesiones automáticas en estratos más bajos; el recuerdo de diciembre de 2001, asociado mal o bien en la memoria colectiva con algunas de las figuras más representativas del arco opositor… Demasiado para una oposición heterogénea que, confiada excesivamente en la presunta disconformidad de la gente con el modus operandi del kirchnerismo, no generó por su parte una alternativa novedosa ni ofreció garantías económicas. Lo escribió bien Santiago Kovadloff: “Donde no se sabe convocar el porvenir se termina alentando la opción por la pura actualidad.”
Se votó con el bolsillo, se dirá. En efecto, ni la corrupción, ni la inflación, ni la pobreza estructural, la inseguridad, la falta de calidad institucional o el autoritarismo del gobierno importaron a un electorado que renovó su confianza en Cristina quizá pensando también que sólo alguien con semejante consenso puede llegar a capear el temporal en caso de que la crisis vuelva a golpearnos poniendo término a una relativa estabilidad económica. La presidenta sabe que no somos inmunes a lo que está pasando en el mundo y su llamado a la unidad nacional, a horas de su espectacular triunfo, bien podría ser interpretado como una reconocimiento explícito de que se vienen años en los cuales la fórmula de crecimiento sin inversión, gasto público, un dólar aplacado, control de precios y tarifas subsidiadas, no podrá ser mantenida indefinidamente, sobre todo si en algún momento el tembladeral internacional llegase a afectar al precio de la soja. Entretanto, a otros nos toca comprar nuevas lentes para ver mejor la realidad y evitar confundirla con nuestros deseos.
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