Ecuador: Si cae el precio del petróleo
El posible fin de la bonanza de los productos primarios debería preocupar a muchos latinoamericanos, particularmente aquellos que viven en países que le deben gran parte del crecimiento de la última década a los precios altos de los productos primarios que exportan. Por ejemplo, Ecuador y el petróleo.
Manuel Hinds, exministro de Finanzas de El Salvador, compara en un estudio el periodo de la bonanza actual con aquel de los setenta. Le atribuye gran parte la bonanza de los productos primarios, tanto en los setenta como en los 2000, a la política monetaria expansiva de la Reserva Federal de EE. UU. Él advierte que la región podría experimentar en el futuro cercano un estancamiento, como el de la década perdida de los ochenta.
A inicios de los ochenta EE. UU. se vio en la obligación de ponerle fin a su expansión monetaria para controlar la inflación. Todo indica que la Fed, como otros bancos centrales del mundo desarrollado, está llegando a su límite y que el fin de una política monetaria expansiva se acerca. Cuando eso ocurra, en resumen, los estadounidenses estarán dispuestos a endeudarse menos para seguirle comprando a los chinos y los chinos demandarán menos productos primarios de regiones como América Latina.
¿Qué opciones tiene el gobierno ecuatoriano frente a una posible caída importante en el precio del petróleo? La opción que implica menos costo político es endeudarse más. Según el economista Vicente Albornoz, entre 2007-2011 –durante la bonanza petrolera– el actual gobierno se endeudó por 11.477 millones de dólares.
Los principales financistas del Gobierno han sido el IESS y el gobierno de China. Carolina Landín de Cordes indica que dos terceras partes (68%) de la deuda adquirida por el actual Gobierno se ha recibido de China a plazos muy cortos con una tasa promedio de 6,75%. Adicionalmente, algunos de estos préstamos han comprometido más de la mitad de la producción estatal de petróleo durante los próximos años. Según Landín, aunque el gobierno chino concede créditos sin exigir determinadas políticas públicas, este sí exige un acceso barato a materias primas y la contratación de empresas estatales chinas para el desarrollo de grandes obras públicas.
De manera que endeudarse tiene sus límites, peor aún cuando el principal financista pone condiciones tan exigentes como lo hace China. Otra opción que implica un mayor costo político sería aumentar los impuestos y/o reducir el gasto público de manera considerable. Las numerosas reformas tributarias que ha realizado el actual gobierno han agotado casi completamente la tolerancia de impuestos del ciudadano promedio. Por otro lado, es muy poco probable que el Gobierno reduzca el gasto público o aumente impuestos conforme se acercan las próximas elecciones (que podrían ser o en enero de 2013 o incluso antes si se cumple la amenaza de la muerte cruzada).
Finalmente, si la situación llega a ser muy desesperada siempre queda la opción que considero tendría el costo político más alto y las consecuencias más desastrosas: desdolarizar.
El Gobierno ha hecho del Estado el principal motor del crecimiento económico del país. Este modelo aparenta funcionar mientras los precios del petróleo están altos, pero nos ha dejado en una situación tremendamente vulnerable frente a un inevitable desaceleramiento de la economía mundial.
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