Agua y mercado
Sabemos que tenemos graves problemas de agua, pero igual que con el tema de la educación, el jaleo está en la sobrecama, no el colchón. El colchón es el libre mercado y, por alguna razón, los panameños hemos decidido que funciona para casi todo, menos para cosas como la educación y el agua. ¿Cómo fue que le pusimos esa sobrecama política al colchón?
En Panamá hay agua, el asunto es cómo nos hacemos de ella. El vehículo natural es el mercado, pero hemos escogido recibirla a través del politburó y cuando no llega o llega turbia nos preguntamos por qué. Indudablemente, que el agua en el mercado puede ser cara, tal como la botellita de agua Cristo Tributo Modigliani, con un contenido de oro de 24 quilates, que se vendió en subasta a $60 mil. Lo cierto es que el agua no escasea cuando el precio es el correcto; pero sí cuando se pierde en burocracias, tuberías rotas y en consumidores que la malgastan, porque no pagan por ella.
¡Por supuesto que el agua de la pluma no es tan sexy como la Fiji o Perrier!, lo que pagamos es el caché, el envase y el servicio cómodo; así como la “seguridad” y algún contenido mineral y, quizás, burbujitas.
A través del tiempo nos acostumbramos o “nos acostumbraron” al agua gratuita o económica, y mala cosa ha sido; particularmente, ahora que, por desprecio, la estamos contaminando por todas partes. La gran realidad a la que tenemos que despertar, es que la calidad tiene precio, cosa que no existe fuera de un mercado libre. Ya estamos viendo que el agua no es infinita y que nuestros gobiernos están a punto de tirar la toalla; quieren pasarle la papa caliente al Chapulín ACP, ¡vaya solución!, y supongo que luego se la pasamos a la ATTT.
Como vemos, no todas las aguas son iguales ni tienen igual precio. Hay un mercado para agua no potable, potable, embotellada, de restaurante y de colección y no podemos seguir con la charada tradicional de pretender que el Estado nos resolverá, cosa que cada día se torna más evidente. Suerte que el agua no se desgasta, pero… ¡vaya si se ensucia!, y limpiarla cuesta. La cantidad en existencia en el mundo es una, y esa la usamos y reutilizamos; al punto de que, como dijo uno por allí, quizás en el vaso de agua que bebiste hoy había alguito de la orina de César.
El agua misma no es cara, sino su logística. La triste realidad es que los gobernantes han controlado y usado el agua para hacer política. Nuestra industria y comercio es plenamente capaz de suplirnos agua segura y económica, igual que nos suple gaseosas, cerveza, vinos y tal, que nadie parece quejarse por su precio.
Lástima que sean tantos los ciudadanos que no entienden ni confían en el mercado, pero sí en los políticos, a pesar de la evidencia de que esa sobrecama no cobija.
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