Ecuador: Hemos creado un monstruo

Sin embargo, el lobo malo se comió algunos de los castizos “compañeros” que no balaban a su acorde y cansado de disfrazarse se mostró talmente es: un peligroso monstruo.

Ahora ya vemos que no hay límites para el espantajo. Se ha engordado en un festín de ardides políticos que ha acabado devorando la prosperidad y fomentando el odio y la traición.

Se declara propietario de la verdad y asume plena potestad para definir lo que es bueno o malo.

Su plan es que únicamente él, S. M., impere y la historia tiene que escribirse como el soberano la dicte, no de la manera que sucede.

La información libre deja de ser un proceso de exploración de la realidad y de la evolución de la mente, para volverla una máquina bélica que pone en serio peligro su monstruoso manejo.

¿Cómo hemos llegado hasta aquí? Habrá que retroceder un poco.

Todo empezó cuando la brillantez de los ciudadanos era reconocida democráticamente y se constituyó como un arma eficaz contra la tiranía.

Al llegar la democracia, todos pensaron que había que mantenerse alejado de las disensiones, que había que protegerse de las perturbaciones, que había que sostener su capacidad adherente y crear ciudadanía.

La pureza de honor e integridad era un bien preciado. Se catalizaban consensos y se aceptaban disparidades.

Por el contrario, cuando implementaron la politiquería los países se retrasaban. Pasaban a ser el lugar de las dislocaciones, de los diálogos de sordos, de los conflictos.

Los incapaces, ambiciosos y los desadaptados convertían en su pertenencia el bienestar colectivo. Y todo empezó a torcerse. Comenzó a nacer el monstruo en forma de una descomunal y voluminosa administración, con un solo dictador que se “concedía” la facultad de decidir lo que podía ser y lo que no.

El monstruo se nos ha rebelado porque hemos permitido que actúe a favor de sus intereses y vocifere que es el garante de la estabilidad y que deberá vivir y regir para siempre.

Ya algunos sabíamos lo que pensaba. Pero ahora, con sus borreguitos y los infamados que nunca faltan, se han apropiado del legislativo y por medio de ellos tratan de “legitimar” la dictadura unipersonal total.

Lo primero que debemos hacer es reconocer tan infaustas leyes y luchar con todas nuestras fuerzas que consagra la Constitución para que semejante barbaridad no llegue a tramitarse. Después, ya se verá.

Escribieron Edgardo Cavallero y Sarah Plaza: “Sé que pueden quemar libros, arrasar bibliotecas, prohibir lenguas, desterrar creencias, borrar pasados, dibujar presentes, ordenar futuros, torturar y ejecutar personas… Pero también sé que aún no han descubierto como matar el cuerpo intangible y luminoso de una idea, de un sueño o de una esperanza.”

Viene al caso recordar el relato de David y Goliath. El relato bíblico expresa una de las esperanzas más grandes del ser humano como entidad física: lograr vencer, con astucia y dominio propio, al opresor, por fuerte, grande y poderoso que sea.

Todos sabemos que es sólo una esperanza, y que la realidad suele borrar este tipo de ideas con acontecimientos y fenómenos cuya crudeza nos deja pálidos. Recuérdense las guerras de este siglo y el pasado, recuérdense las flagrantes violaciones a los derechos humanos realizadas por las naciones, recuérdese como las potencias industriales desdeñan la firma de acuerdos de control ecológico…

La ideología es un conjunto de ideas y costumbres que manejamos como normales.

Pero las hay que están relacionadas con: ¿Cómo un ser voluble, siniestro, detenta el poder? Y el mal uso que hace de él.

Esas ideologías dominantes, son impuestas a través de la educación oficial, la religión oficial, los medios de comunicación masivos controlados, y la formación de células de terror y graves amenazas.