«Rehab» para la economía (..¿No, no, no?)
Para rehabilitar la economía, al igual que para recuperar a un adicto, hay que tomar decisiones, planificarlas y ejecutarlas. Nada se gana diciendo "No, no, no".
Está claro, sin dudas, que clavar los frenos de golpe puede producir un síndrome de abstinencia, en muchos casos mortal, tanto sea que estemos hablando de drogas o de desórdenes fiscales. Y no se trata de matar al enfermo, sino de rehabilitarlo.
Pero la alternativa de no frenar nunca…, y ni siquiera disminuir la velocidad para encarrilar el rumbo, es mortal si de drogas hablamos.
Y si hablamos de desórdenes fiscales…, aún cuando los países no se mueren, las penurias económicas de las personas de carne y hueso que en ellos viven deberían evitarse. Disminuyendo la velocidad y encarrilando el rumbo. Lógicamente.
Dejando de lado matices más aparentes que reales, quizás por algunos títulos provocativos, la realidad es que los discursos de varias figuras claves de la economía internacional tienen por estos días, a juzgar por sus escritos, muchas más coincidencias que discrepancias.
Por ejemplo, la semana pasada la Directora Gerente del FMI, Christine Lagarde, publicó en el Financial Times un artículo cuyo título era algo así como "No dejemos que los frenos fiscales detengan la recuperación global".
Se refería a las economías estadounidense y europeas. Que son las que marcan el nivel de las aguas económicas del planeta, aunque quienes gobiernan en nuestros arrabales latinoamericanos también debieran tomar nota. Porque su tarea es muy parecida, sólo que dada nuestra carencia de impacto para el resto del mundo, el Financial Times prefiere ocuparse de los países cuyas políticas internas sí tienen alcance global. Lógicamente.
Lejos de pregonar que continúen indefinidamente los actuales desórdenes fiscales de gasto, de endeudamiento (y de exenciones tributarias a los "super-ricos", agregaría Warren Buffett…), tal como una lectura superficial e interesada de ese título pudiera hacerles creer a quienes no pasaron de ahí…, la francesa Lagarde se refiere con claridad a la naturaleza compleja, y política, de las soluciones requeridas.
En efecto, la nueva directora del FMI destaca, con razón, que "los mercados tienen siempre dos miradas sobre la situación de un país: mientras que no les gustan los altos niveles de deuda pública (y puede incluso que aplaudan una consolidación fiscal rápida), es evidente que menos aún les gustan los crecimientos bajos, o negativos". Y a las personas de carne y hueso los crecimientos bajos les gustan mucho menos todavía, cabría agregar. Porque son socialmente muy dolorosos.
Es evidente que se necesita un foco dual: en el mediano plazo para solucionar los desórdenes fiscales, y en el corto plazo para apoyar el crecimento y el empleo. Es un rompe-cabezas, sin dudas, y la receta no puede surgir sólo de la economía sino principalmente de la política. Tanto en el primer mundo como en nuestros barrios.
Un día después, también con un título de buen gancho que aparentemente vendía lo que algunos querían comprar (proteccionismo)…, el citado periódico publicó un artículo de Jeffrey Sachs que pudiera traducirse como "El gran fracaso de la globalización".
Sachs, reconocido economista estadounidense, en 1985 llegó a La Paz y sofocó con éxito la hiperinflación de Bolivia. Sabe muy bien de lo que habla cuando señala que el fracaso de la globalización es "de estrategia económica y de liderazgo", refiriéndose a los políticos del primer mundo. Y, para decepción de unos cuantos, no sugirió proteccionismo alguno.
Recordó, finalmente, algo bien sabido pero muy olvidado: "las inversiones en infraestructura no necesariamente deben incrementar los déficits (fiscales) si los nuevos proyectos se pueden repagar solos". Se refería a las autopistas con peaje. Esas que el presidente Lagos, de Chile, inteligentemente impulsó durante su mandato. Sin dejar por ello de ser socialista.
Amy Winehouse cantaba "They tried to make me go to rehab …". Pero agregaba "No, no, no". Así terminó. La economía, tanto la global como la de nuestros arrabales, merece un final mejor.
Hasta la próxima.
El autor es Ingeniero, Máster en Economía (ESEADE, Buenos Aires) y columnista de El Diario de Hoy.
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