China imperialista
Jawaharlal Nehru, el primer ministro fundador de la República India y líder, junto con el Mahatma Gandhi, del movimiento independentista indio, dijo: “Cada vez que la China vuelve a ser la China, se vuelve imperialista”. Efectivamente, Nehru, como primer ministro, tuvo que enfrentar el ataque del Ejército Rojo en 1962, durante una breve pero sangrienta guerra en la frontera del Himalaya. Vietnam ha tenido que oponerse a la agresión de su inmenso vecino durante siglos, pero más recientemente recordemos la guerra de 1978-79 y la actual disputa por la soberanía de las islas Spratly, en el llamado Mar de la China del Sur.
Estas islas, geográficamente más cercanas a Vietnam, han sido escenario en estos últimos años de varios incidentes militares entre los dos países. La próxima puesta en servicio del primer portaviones chino simboliza la voluntad de tener una marina de guerra “de agua azul”, una marina capaz de proyectar el poder militar a larga distancia, y no solo para defender el territorio nacional, como por ejemplo es, en cambio, la actual marina japonesa.
Es interesante notar que la China imperial de la dinastía Ming, durante las primeras décadas del siglo XV, tuvo una poderosa marina de “agua azul”, con buques muy superiores en tamaño y tecnología a las carabelas de Colón.
Entre 1405 y 1433, bajo el mando de los almirantes Cheng Ho y Ma Ping, China organizó varias expediciones navales, con decenas de buques y miles de hombres que recorrieron todo el Océano Índico y exploraron el África Oriental y las costas de la península arábica. La posterior decisión del gobierno imperial de abortar el desarrollo de su marina y el programa de exploraciones sigue siendo un misterio de la historia.
Después del gran fracaso de la “Gran Revolución Cultural Proletaria” y del recrudecimiento del conflicto con la “revisionista” Unión Soviética, que se concretó violentamente en los enfrentamientos militares de 1969, en el río Ussuri y en la región del Xinjiang, Mao y su pragmático primer ministro Chou En Lai iniciaron una “nueva” política exterior, que consistió en la subordinación de la pureza ideológica al interés de China como Estado histórico, y es en esta perspectiva que se puede entender no solamente el redescubrimiento de los “enemigos naturales”, Rusia y Japón, sino, sobre todo, el acercamiento a los Estados Unidos, trabajado en el canal secreto Kissinger- Chou En Lai y concretado en el encuentro Nixon-Mao, de 1972.
A partir de este momento, la primacía de la “realpolitik” sobre la ideología es una característica evidente de la política exterior china. Mao, quizás obligado por las circunstancias geopolíticas, fue capaz de poner de lado su dogmatismo ideológico en política exterior, pero murió creyendo todavía en la fracasada política económica colectivista. Su sucesor, Deng Xiaoping, en cambio, quien sufrió, por cierto, en carne propia los excesos de la Revolución Cultural, supo comparar el éxito contundente de la economía de mercado en Singapore, Corea del Sur y Taiwán, y el fracaso de las economías socialistas en Corea del Norte y en su propio país. “Volverse rico es glorioso”, es la frase de Deng, que simboliza el éxito económico de la China actual.
Desgraciadamente para los venezolanos, la ceguera ideológica de nuestro sedicente “Yo el Supremo” le impide entender lo que Deng entendió hace ya unas décadas. Dios quiera también que el crecimiento económico de China no sirva para el resurgimiento de su atávico imperialismo.
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