El Salvador: La estrategia de recuperación
En las últimas semanas ha habido una serie de señales que indican que la crisis internacional que comenzó en 2008 y que todavía no se ha podido superar podría recrudecerse en los próximos meses, llevando a una situación que puede ser igual o peor que la de 2009. El Gobierno ha indicado que elaborará un plan para confrontar esta posibilidad. Ojalá que este plan no consista en gastar más dinero en gastos corrientes y en aumentar la deuda y los impuestos para pagar por ellos. Esto volvería peor la situación. No se puede promover el crecimiento de la economía deprimiendo a los que dan empleos ni endeudando más a la sociedad entera. Lo que tiene que hacer El Salvador es aprovechar el enorme potencial que hay para aumentar la inversión doméstica y las también enormes oportunidades que otras tendencias de la economía mundial está ofreciendo al país.
El potencial doméstico es realmente enorme. Las exportaciones del país están creciendo a tasas cercanas al 20 por ciento, lo cual debería estar generando un boom interno. El problema es que no lo está haciendo porque la inversión está paralizada. Esta paralización no se debe a falta de dinero. El sistema bancario tiene la capacidad de aumentar sus créditos en cuatro mil millones de dólares muy rápidamente, lo cual financiaría una gran expansión de la economía entera. Este dinero no se convierte en inversión no porque los bancos no quieran, el negocio de los bancos es prestar dinero y el tener muchos depósitos sin prestarlos, como sucede ahora, hace que tengan que pagar intereses por depósitos sin ganar intereses por los créditos que podrían dar. El problema no es tampoco la falta de imaginación de los empresarios salvadoreños para pensar en proyectos viables. Los inversionistas salvadoreños son bien conocidos por su iniciativa en toda la región. El problema es que el riesgo de que el Gobierno torne inviable cualquier proyecto en El Salvador es muy alto, por lo que los inversionistas de todos los tamaños no están convirtiendo sus ideas en realidades, y no están presentando proyectos viables al sistema bancario.
El Gobierno tiene en sus manos la capacidad de resolver este problema, generando un clima de confianza dentro de los inversionistas. El problema surge de la agresividad que el Gobierno muestra hacia los inversionistas, que tiene dos vertientes: Una es el agresivo lenguaje del presidente mismo. La otra son acciones que el Gobierno está tomando o planeando tomar, que reducen la competitividad de las empresas con cada vez más trámites burocráticos, reducen artificialmente la rentabilidad de la inversión con regulaciones sin sentido, y crean la posibilidad de confiscaciones como las implicadas por el impuesto al resultado de la inversión, el capital. Como resultado de esto, los proyectos se paran, los bancos no tienen a quién hacer préstamos seguros, no hay inversión, y no hay crecimiento. Esto muestra que inyectar dinero en la economía, con préstamos de afuera o con dinero impreso como quiere el Banco Central, no resolverían el problema. Lo que hay que hacer es romper este círculo vicioso, con un cambio hacia la conciliación del lenguaje del presidente y con la realización de que lo que va a traer la recuperación es la inversión, no el castigo al inversionista.
Este camino presenta enormes posibilidades aun en medio de una nueva crisis, porque las oportunidades que no se han estado aprovechando son también muy grandes. Dentro de ellas está la creada por el encarecimiento de la mano de obra y los costos en general de China, que ha generado una emigración de inversiones de ese país hacia el continente americano. Muchas empresas que producen en Asia para el mercado de Estados Unidos se están re-localizando en México y Centro América. Esta emigración se seguirá dando, y quizás más rápidamente, si la situación económica mundial se empeora. Si atraemos una buena parte de esa inversión tendremos un boom aún mayor de exportaciones a Estados Unidos, aunque ese país entre en recesión. Somos tan pequeños que si ganamos un pequeño porcentaje del mercado norteamericano podríamos tener pleno empleo en el país. Pero para lograrlo tenemos que hacer el esfuerzo de atraer esta inversión mientras atraemos también la atracción salvadoreña.
Tenemos grandes ventajas para atraer estas inversiones. Un estudio de fDIntelligence, la empresa de análisis económico del grupo del Financial Times, acaba de clasificar a El Salvador como el país con mejor efectividad en los costos en los treinta y un países de Centro América y el Caribe. Esto significa que en el país se genera mayor valor agregado por dólar gastado que en todos los otros países del área. El país también ocupa el séptimo lugar en los mejores recursos humanos.
Esto debería de darnos una ventaja decisiva en conseguir inversión directa extranjera y local. Pero no nos la da porque estamos muy atrás en otros temas que son cruciales. No aparecemos siquiera entre los diez mejores en términos de mejor infraestructura (a pesar de que por muchos años tuvimos una de las mejores de la región pero que ahora ha decaído drásticamente); ni en actitud positiva ante los negocios (en realidad es negativa y agresiva); ni en calidad de vida (el crimen la destruye); ni en estrategia para atraer inversión extranjera directa (no tenemos ninguna). Estos son los problemas que hay que resolver. Para hacerlo, la actitud del presidente tiene que cambiar, de mostrarse como un enemigo de los inversionistas, a hacerlo como un salvadoreño que quiere trabajar con todos los salvadoreños para sacar adelante al país.
El autor es Máster en Economía, Northwestern University y columnista de El Diario de Hoy.
- 28 de diciembre, 2009
- 28 de marzo, 2016
- 29 de mayo, 2015
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