Uruguay: Populismo
El País, Montevideo
En el Uruguay han tenido lugar algunos cambios. Uno de ellos trajo a la discusión pública el concepto de populismo y si nuestro país admite o tolera una política de corte verdaderamente populista o la rechaza.
En política, por lo menos en la política corriente, la que se tramita en la calle entre el común de los ciudadanos (y aún en algunos corredores de la academia), hay conceptos que, con el uso, han tenido la mala suerte de contraer una carga peyorativa. Eso sucede con el término populista. Por ese motivo la academia, el periodismo y, por supuesto, los políticos tienden a rechazar sin mayor análisis esa posibilidad para el Uruguay. La buena o la mala reputación de las palabras no debería influir en el análisis político pero, en los hechos, perturba la serenidad de algunos.
El diccionario Wikipedia -que no es el mejor pero sí el menos pesado para manipular- define al populismo: "del latín populus; término político usado para denominar corrientes heterogéneas caracterizadas por su aversión a las elites intelectuales, su rechazo a las tradiciones partidarias y a los partidos institucionalizados, por liderazgos personales carismáticos, por su apelación directa al pueblo como fuente de poder".
La socióloga y semióloga argentina Beatriz Sarlo expresa que el populismo hoy no es una ideología sino que es algo vinculado al "cualquiercosismo mediático". El populismo sería, pues, un tipo de discurso político -y, a veces, de presunto programa político- basado en la simplificación de contenidos y su sustitución por eslóganes, frases hechas, consejos populares y otras formas de comunicación que parten de la base que, ni el medio utilizado (sobre todo la televisión, que se ha constituido como el medio por excelencia), ni el público a quien se dirige, admite o se interesa por nada por encima de ese nivel elemental. El populismo, además, tiende a establecer, mediante la palabra y el gesto mediático, una relación de confianza personal entre el candidato y la gente, sin consideración alguna sobre programas o propuestas de gobierno.
Vuelvo a Sarlo donde dice que ve a políticos resignados de antemano a que la política institucional no le interese a nadie, convencidos de que toda la gente vive absorta en su cotidianidad sin levantar la cabeza y que carece de instrumentos intelectuales para escuchar una exposición medianamente compleja: se arman, en consecuencia, un esquema que no aspira a superar una situación adversa al discurso político sino a fortalecerla en nombre de un realismo oportunista.
Miro a nuestro país y a la seguridad con que algunos politólogos sostienen que no existen condiciones para que eche raíces una política populista porque no lo permitiría la cultura ni nuestras tradiciones. Usando una metáfora han dicho que la maceta que es el Uruguay no ofrece condiciones para ese tipo de planta. Me parece que no calibran correctamente el cambio que se ha producido en nuestro país. Si se consultase a los asesores de imagen que "producen" a los candidatos y plasman las campañas (y éstos hablaran con franqueza) nos llevaríamos una sorpresa. ¿Y si miramos por la ventana?
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