Aporte privado al desarrollo de Chile
Estamos viviendo tiempos difíciles, enfrentando conflictos sociales, tensiones políticas y reformas, no sólo en Chile, sino también en el resto del mundo. A estos ingredientes se suma una sociedad más empoderada e informada.
En el estado actual de las cosas, donde se enjuicia y sataniza al sector privado, en algunos casos con justa razón, la mayoría de las veces se olvida su aporte significativo, no sólo al desarrollo económico, sino que también al bienestar y desarrollo social. De más está decir que una parte significativa de la reducción de la pobreza de los últimos 20 años ha sido responsabilidad de la empresa privada.
Cabe recordar que el rol del Estado consiste, principalmente, en asegurar la igualdad de oportunidades y el acceso de los más pobres a bienes y servicios sociales de calidad. Los principios más importantes que rigen la acción del Estado son la eficiencia, equidad, estabilidad y solidaridad. Por otra parte, el rol esencial del sector privado es producir, al más alto nivel de eficiencia, los bienes y servicios demandados por la sociedad. En forma complementaria, el sector privado crea empleos y contribuye al desarrollo social a través del pago de impuestos, el aporte directo de recursos para beneficio social y la gestión de programas sociales.
Ahora bien, la participación privada en el desarrollo social ha abarcado una gama de actividades y servicios donde se constatan diversas formas de participación y resultados en estos últimos 30 años. La eficiente gestión de este sector en cuanto a la administración y provisión de servicios -con fuentes de financiamiento públicas o privadas- ha contribuido a la generación de mayores y mejores oportunidades de acceso a la educación, salud, previsión, vivienda, entre otros programas.
Sin embargo, los rendimientos de ese aporte se han agotado y hoy se necesita pensar y redefinir los roles del sector privado, público y de la propia sociedad. Michael Porter, profesor de Harvard, es muy claro y enfático frente a este dilema. En efecto, en el mediano plazo se debe romper el círculo vicioso entre el actual sistema económico y la sociedad. Este círculo se traduce en que existe la percepción de que las empresas crean valor sin compartir con la sociedad, mientras que los gobiernos perciben a la empresa de manera negativa y que muchas veces los obliga a regular.
En este sentido, urge cambiar la forma de pensar y por tanto sustituir el lema de lo que es bueno para las empresas, es bueno para la sociedad, por lo que es bueno para la sociedad, es bueno para las empresas.
Los beneficios de las empresas son buenos en sí mismos, pero no deben ser obtenidos a costa de la sociedad. Tiene que ser evidente que crear valor a nivel social redunda en la creación de valor económico. Más aun, la responsabilidad social empresarial no debe estar basada exclusivamente en un sentido filantrópico, sino que debe integrar el concepto de valor compartido en su cadena de valor, producto, servicio y en el sector en el que se desarrolla su actividad. Las empresas deben vender productos que resuelvan problemas reales de la sociedad y no crear productos o necesidades ficticias. Las empresas con mayores ventajas competitivas serán aquellas que resuelvan problemas reales de la sociedad de una manera justa.
- 28 de diciembre, 2009
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