La fuerza de la libertad
Desde nuestra ubicación geográfica mucho no nos ocupamos de lo que pasa en países como Egipto, Túnez, Libia o Siria. Muchos de nosotros apenas tienen información sobre esa región por algunos libros, películas o textos escolares. Sin embargo, existe un valor que supera todas las fronteras, razas y religiones: la libertad. Los que nacimos y crecimos bajo el régimen del dictador Alfredo Stroessner sabemos muy bien lo que significa una restricción de la libertad. Podemos entender, por tanto, lo que sufren ciudadanos de cualquier lugar del mundo que soportan los abusos de caudillos y dictadores, sean estos políticos o religiosos, como es en la mayoría de los casos de los países del Medio Oriente.
Esas informaciones, no obstante, han crecido en los últimos tiempos con los levantamientos populares que van terminando con 20, 30 o 40 años de dictadura. En todos los casos, el leitmotiv que motorizó a la gente, especialmente a los jóvenes, fue la búsqueda de una vida en libertad. Naturalmente, el abono que engendró esa semilla fue la información. Al tener acceso a las noticias de cómo viven otras naciones donde rige plena libertad política, religiosa y de información les motivó a buscar lo mismo para sus sociedades. Así fueron tejiendo las comunicaciones, hoy día facilitadas enormemente con las redes sociales para fomentar la idea de cambiar los regímenes autoritarios por sistemas democráticos.
Fue esa misma fuerza ciudadana la que en la década de los ‘80 terminó con gobiernos dictatoriales en países como el nuestro, Argentina, Chile, Brasil, entre otros. Hoy, mediante la lucha de aquella generación de valientes, entendemos, valoramos y exigimos día a día una convivencia en estado de derecho.
Hoy podemos comprender que sin libertad no existe posibilidad de llegar a la justicia y la igualdad de oportunidades, y que es un valor inherente al ser humano.
Eso es lo que está pasando actualmente en Libia, donde el coronel Muamar el Gadafi lleva 42 años en un poder absoluto cometiendo las acciones más descabelladas en nombre del pueblo libio. La gente se cansó y reaccionó. Salió a las calles y protestó. Fueron varios meses pero finalmente el régimen se debilitó y el caudillo libio se escabulló por los túneles que precisamente construyó pensando que algún día el pueblo se despertaría y exigiría otra forma de vida.
Estos acontecimientos, por más lejos que ocurran, deben servirnos siempre como lección. Como ciudadanos debemos ser siempre celosos de la libertad que hemos conquistado y debemos luchar cada día para agregar a ese valor otros como la justicia y la seguridad. Es cuestión de proponerse y pelear por ello; ya estamos siendo testigos de que la luz de la libertad es capaz de penetrar los túneles más oscuros y derribar los muros más poderosos.
- 23 de enero, 2009
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