Los amigos de Gadafi

El Expreso de Guayaquil

Mientras la comunidad internacional mira con esperanza el desenlace del conflicto libio, la cancillería ecuatoriana reclama y protesta por la actitud de los rebeldes de ese país, acusándolos de ser instrumentos de la política agresiva de las "grandes potencias".

Para la opinión mundial el nombre de Ecuador debe estar en el primer plano de sus curiosidades. Una política externa que suma pronunciamientos raros. Que se manifestó indignada cuando el ejército colombiano atacó la base de Angostura y eliminó al segundo del mando de las FARC, Raúl Reyes, y que no pronunció palabra a propósito de las decenas de asentamientos de esa agrupación narcoguerrillera en territorio ecuatoriano; que ha hecho alarde de su acercamiento a Irán, en circunstancias en que ese país amenaza la paz mundial con descabellados y peligrosos proyectos de generación atómica; que ha despreciado la adopción de políticas maduras y equilibradas para hacer posible la consolidación y apertura de mercados; que acusa con calificativos displicentes y groseros a los organismos multilaterales de crédito y compromete el futuro petrolero a los intereses chinos, y que calificó, por boca del mismo presidente, al régimen totalitario de Castro como una verdadera democracia, constituye una verdadera pieza de museo.

En Libia se vive, como en varios de los países del mundo árabe, uno de los momentos más cruciales para la paz mundial. Gadafi, como Assad en Siria y como Mubarak en Egipto, son caudillos que se alzaron con todo el poder, que usurparon en su beneficio los recursos de sus sociedades y que utilizaron los aparatos militares como si fueran propios para arremeter y asesinar a sus pueblos.

La "perla" del Ministerio de Relaciones Exteriores demuestra que, para sus "militantes" burócratas, el modelo a seguir son los regímenes de voluntad única y de feroces jefes.