“A las playas de Trípoli…”
Nómbreme un solo estado árabe o islámico que después de una revolución que ha derrocado a un dictador haya adoptado el pluralismo político, la tolerancia religiosa y derechos iguales para la mujer.
No puede, ¿verdad?
El Departamento de Estado de los EE.UU. publica un informe anual sobre la práctica de derechos humanos en los estados árabes (https://www.state.gov/g/drl/rls/hrrpt/). Consistentemente se ve que todos son gobernados por variaciones de regímenes dictatoriales que oprimen a su pueblo, niegan las libertades básicas de prensa, expresión, proceso legal y que son intolerantes de cualquier religión que no sea la islámica, castigando a los conversos a otras religiones (una ofensa grave en algunas naciones islámicas) y a cualquiera que comparta otras religiones con su pueblo.
El Informe de Desarrollo Humano Arabe (Arab Human Development Report) auspiciado por el Programa de Desarrollo de las Naciones Unidas y preparado por eruditos árabes, examinó las siete regiones del mundo. El reporte califica a los países árabes como los más bajos de acuerdo con su “calificación de libertad”.
¿Cuál es la definición popular de locura? ¿No es repetir los mismos errores esperando resultados diferentes?
Después de rebeliones en naciones árabes desde Egipto a Yemen, ahora enfrentamos la de Libia, donde se han deshecho de Muammar Gadafi. Al igual que otras naciones enfrascadas en una revolución, lo que pasará todavía no se sabe. Lo mismo sobre juzgar si los sustitutos serán mejor que los anteriores.
En Libia, el Consejo Nacional de Transición ha publicado en el Internet lo que parece ser un borrador de constitución para el nuevo estado. Contiene mucho que suena bien y por lo menos una sección que debe de causar gran preocupación. Lo bueno incluye “garantías”, tales como, “El estado garantizará a la mujer todas las oportunidades que le permitirán participar entera y activamente en las esferas políticas, económicas y sociales”. (Artículo 6) y “El Estado garantizará a los no musulmanes la libertad de practicar sus derechos religiosos y garantizará respeto para sus sistemas de estatus personal”. (Artículo 1).
Hay mucho más que elogiar en el borrador de la constitución, pero luego encontramos esto: “Islam es la religión del Estado y la principal fuente de legislación es la jurisprudencia islámica (Sharia)”. (Artículo 1).
El sistema legal de Arabia Saudita está basado en la ley Sharia. Más de dos docenas de otros países funcionan de acuerdo con al menos algunos aspectos de la ley Sharia. Ninguno de ellos es conocido por ninguno de los principios expresados en el borrador de la constitución Libia que suena pluralista. Por sus frutos los conoceréis y los frutos en países donde la ley Sharia es el estándar legal están podridos en cuanto a tolerancia, pluralismo religioso, una prensa libre e independiente y derechos iguales para la mujer.
No es exagerado pensar, pues, que si la ley Sharia es el objetivo del Consejo Nacional de Transición, según se expresa en ese borrador, ninguno de los otros altisonantes principios habrá de lograrse, y mucho menos garantizarse.
Ninguna de las naciones que están experimentando revoluciones y problemas tiene una historia de democracia, libertad o derechos humanos. Esto se debe a que creen en un Dios que quiere que sus seguidores impongan con violencia sus creencias religiosas a aquellos que tienen diferentes creencias.
El ex ministro de Justicia libio Mustafa Mohammed Abdul Jalil, que ahora dirige el Consejo dijo, después de renunciar a su cargo en protesta por los asesinatos de civiles por Gadafi, “Somos lo mismo que la gente de otros países y estamos en busca de las mismas cosas”.
Esto falta por verse. Basándonos en la dirección de las revoluciones en otros estados árabes y su historia –para no mencionar la presencia de la Hermandad Musulmana y otros grupos radicales que bien pudieran acabar con cualquier deseo de verdadera libertad que pudiera haber en estos movimientos– yo soy incrédulo.
Por cierto, ya que varias naciones están descongelando los fondos libios y el país tiene abundancia de petróleo, ¿pudiéramos pasarle una cuenta al Consejo por la ayuda que les hemos dado, directamente y a través de la OTAN? Esto ayudaría a rebajar nuestra deuda nacional. Esto es algo que también deberíamos aplicar en otros países que busquen nuestra ayuda.
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