El fin del idilio con China
Después de varios años de exportaciones latinoamericanas récord a China —que ayudaron a la región a crecer significativamente pese a la recesión global— hay signos de que esa luna de miel podría estar a punto de terminar.
Cada vez más empresarios y expertos en comercio latinoamericanos se están quejando de que China le compra a la región casi exclusivamente materias primas, y se niega a comprar productos latinoamericanos más sofisticados —y costosos—, impidiéndole así a los países de la región tener economías más diversificadas. Además, las empresas chinas están introduciendo en la región dudosas prácticas comerciales, explotando a los trabajadores y destruyendo el medio ambiente, según dicen.
Una columna reciente del ex diplomático brasileño Rubens Barbosa publicada en el diario O Estado de Sao Paulo, dice que junto con un aumento del comercio y de las inversiones, las empresas chinas están llevando a los países en desarrollo “una cultura del vale-todo, que incluye hasta la violencia física en las relaciones laborales”.
Citando un artículo de la revista The Economist sobre las inversiones chinas en Africa, Barbosa dice que China “está destruyendo parques y bosques en busca de recursos minerales y agrícolas, y viola las reglas más rudimentarias de seguridad laboral. Los caminos y hospitales construidos por los chinos están mal terminados, entre otras cosas porque sus empresas constructoras sobornan a los funcionarios locales”.
Hasta ahora, las empresas chinas tenían una enorme ventaja sobre las firmas estadounidenses y europeas con una larga historia de inversiones en los países en desarrollo: su presencia no era considerada con suspicacia ni con hostilidad. Pero eso está cambiando, dice Barbosa.
Barbosa, ex embajador en Washington durante el gobierno de Luiz Inácio Lula da Silva, y ahora director del consejo de comercio exterior de la poderosa Federación de Industriales de Sao Paulo, FIESP, dijo que los ejecutivos brasileños que trabajan para empresas nacionales también se quejan de “largas jornadas de trabajo, frecuentes horas extras, teleconferencias a la madrugada, vigilancia constante de los jefes, y metas de producción que no son realistas ni negociables”.
Como resultado, el 42 por ciento de los ejecutivos brasileños que trabajan para empresas chinas abandonan sus empleos durante el primer año, dijo, citando un artículo del diario Folha de Sao Paulo. Barbosa concluyó que las costumbres comerciales chinas “debían ser observadas con atención” por las autoridades, los sindicatos y asociaciones empresariales brasileñas.
Casi simultáneamente, un nuevo estudio de la Comisión Económica Para America Latina y El Caribe de las Naciones Unidas, CEPAL, titulado “Panorama de la inserción internacional”, revela que el 87 por ciento de las exportaciones latinoamericanas a Asia —principalmente a China— son materias primas, y sólo el 13 por ciento son productos manufacturados.
En comparación, el 60 por ciento de las exportaciones latinoamericanas a Estados Unidos son productos manufacturados, y el restante 40 por ciento son materias primas, dice el estudio. Una de las principales asignaturas pendientes de América Latina es diversificar sus exportaciones a China, para no ser vulnerables en el caso de una repentina caída de los precios, agrega el informe.
“La demanda de China por productos básicos va a continuar, aunque a un ritmo menor, porque China se está desacelerando”, me dijo Alicia Barcena, la secretaria ejecutiva de la CEPAL. “Hay que procurar que las exportaciones vayan más allá de las materias primas”.
Arturo Valenzuela, el hasta hace poco encargado de asuntos latinoamericanos del Departamento de Estado de Estados Unidos, me dijo en otra entrevista que muchos países latinoamericanos están empezando a ver a Estados Unidos como un socio comercial más promisorio que China.
“China está dispuesta a comprar materias primas, pero no a comprar productos más sofisticados, como la soja procesada”, dijo Valenzuela. “Y simultáneamente, China quiere venderle a la región productos sofisticados. Esa asimetría está complicando la situación en Latinoamérica”.
Agregó: “Estados Unidos está en otra cosa: en formar cadenas de producción, cadenas de tecnología, cadenas de valor, donde todos se benefician, como ocurre con la industria automotriz en México, Estados Unidos y Canadá. Y los que se benefician son las sociedades, porque estas cadenas requieren mejor educación. Así van a progresar los países, y no vendiendo materias primas”.
Mi opinión: La aparición de China como principal comprador de materias primas latinoamericanas, sobre todo sudamericanas, ha sido una bendición para la región, pero también se ha convertido en un problema. Ha distraído a los países de la tarea urgente de diversificar sus exportaciones y fabricar productos más sofisticados.
Desafortunadamente, varios gobiernos sudamericanos están engañando a su población afirmando que su reciente crecimiento se debió a un supuesto novedoso modelo económico, más que a una ola de compras chinas que podría no durar para siempre. Ojala que una visión más realista ayude a que estos países procuren intercambios comerciales más maduros con China, que beneficiarían aún más a la región.
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