Caído del cielo
El País, Montevideo
La fascinación por el oro parece ser objeto de oleadas desatadas bajo el impulso de realidad, leyenda y sicología.
Todos conocemos la historia del rey Midas o la afirmación de Píndaro, quien decía que este metal era hijo de Zeus. Gladstone comentaba que dos cosas escapan al entendimiento de los hombres: el amor y el oro. En la esfera sicológica, es recordable que para Freud el apego del hombre por el oro está arraigado en el subconsciente.
Como ha señalado el contador Juan E. Azzini, el metal amarillo "puede hacerse blando como la masilla, maleable, dúctil, extensible y, trabajado en frío con una maza, puede llegar a formar un delgadísimo hilo de 40 kilómetros de largo. Es un metal denso, resistente al calor, al agua, al fuego, no es corrosivo, es de proceso costoso, raro, brillante y misterioso".
No siempre ha impulsado un tropismo positivo. Por ejemplo, casi al mismo tiempo que en Estados Unidos se desataba la "fiebre" aurífera que llevó a Charlie Chaplin a filmar "La quimera del oro", en Rusia, Lenin consideraba que el elemento número 79 de la Tabla de Mendeleiev no era compatible con el espíritu del comunismo y las minas siberianas fueron abandonadas durante décadas.
Trasladémonos al presente: da la impresión que el "boom" actual se inició hace unos cinco años, cuando una estampida de inversionistas hacia los llamados "bienes básicos" llevó este metal a 600 dólares la onza (algo más de 28 gramos). Esto parecía mucho en 2006 pero ahora es un obsequio, ya que la onza trepa y trepa, superando ya los 1.800 dólares.
¿Cuánto oro hay en el mundo? En 1939 John Maynard Keynes, que lo consideraba una reliquia de tiempos bárbaros, calculaba que todo el oro existente cabría en un gran transatlántico. Hay quien dijo que ese tesoro llegaría a cerca de 70 mil toneladas. En 1978 se afirmó que el volumen podría ser como el contenido de un gran petrolero.
Hoy día aún no se sabe con certeza, pero en momentos que la cotización de metales preciosos va subiendo más y más, llega una noticia que podría señalar nuevas perspectivas para la supremacía áurea. Científicos de la Universidad de Bristol estudiaron rocas de hace cuatro mil millones de años y concluyeron que fue por una lluvia de meteoritos que se formaron las reservas naturales de estos metales en la Tierra.
En las piedras mencionadas, halladas en Groenlandia, se descubrió wolframio con marcas claras de haber formado parte de meteoritos que cayeron sobre nuestro planeta, aportando un trillón de toneladas de los materiales que configuraron la base de metales hoy atesorados.
Si nos atenemos a lo que afirman los científicos arriba mencionados, el hierro fue atraído al centro de la Tierra para formar el núcleo. En ese traslado fue llevando con él otros minerales afines, como el oro y la plata.
Y las rocas en cuestión estarían revelando que "hay metales preciosos en cantidad suficiente en el núcleo de la Tierra, como para cubrir la superficie entera de la misma con un espeso manto".
¿Está todo dicho? No lo parece.
- 23 de julio, 2015
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