Chile: ¿Perdemos competitividad?
"No importa el color del gato, sino que cace ratones". Siempre es bueno recordar esta metáfora utilizada por Deng Xiao Ping para defender las buenas iniciativas en función de su esencia más que su origen. Vivimos en tiempos de incertidumbre y turbulencias económicas, políticas y sociales en el mundo y por cierto en nuestro país -hoy más que nunca- se necesita pragmatismo, más que ideología.
Quizás la noticia no generó preocupación por razones obvias, pero el último ranking de competitividad global muestra a Chile en un virtual estancamiento. En efecto, nuestro país, al igual que en 2009, se mantiene en el lugar 30 entre los 139 analizados por el Foro Económico Mundial.
Sin duda que todos los encuestados en este ranking alaban nuestras fortalezas: buenas instituciones, marcos regulatorios estables y eficientes, mercados libres de distorsiones, un manejo macroeconómico altamente competente, entre otros. Estos atributos nos distancian de los demás países de Latinoamérica; sin embargo, hay algunas desventajas competitivas que aún no se superan y son los principales desafíos para que Chile dé el salto hacia el desarrollo.
En primer lugar, persiste una brecha de género en el ámbito de la participación laboral y las oportunidades económicas. En comparación con países de similar desarrollo y composición demográfica, la participación laboral de la mujer es relativamente baja. Hay diversos aspectos que explican este fenómeno, algunos culturales, pero otros se vinculan más a la existencia de rigideces en el mercado laboral.
Adicionalmente, mantenemos un bajo nivel de flexibilidad en materia de contratación y despido, lo que limita la capacidad de competir en el mercado global. Nuestra participación laboral, en general, sigue siendo muy baja. En este contexto se debe abandonar el debate que opone la flexibilidad a los derechos de los trabajadores y la iguala con la precarización del empleo. En contraste, se requiere un nuevo marco de regulación laboral, que sea moderno, con adecuados grados de protección, que iguale los derechos de los trabajadores al de los empresarios, pero que no olvide que un país inserto en la globalización requiere un mayor grado de flexibilidad laboral.
La etapa de desarrollo en que se encuentra Chile hace que el conjunto de variables relativas a la calidad de la educación constituya una de las principales trabas para que el país se impulse al desarrollo. En este sentido, hay que poner el foco en mejorar la capacidad de la fuerza laboral con el objetivo de reducir rápidamente la brecha de habilidades respecto de países como Finlandia o Nueva Zelandia. De lo contrario, no contaremos con las capacidades necesarias para sofisticar procesos productivos y la naturaleza de su ventaja competitiva, y consecuentemente de elevar el ingreso y bienestar de la población. Esto debe venir acompañado de un aumento sostenido en los recursos invertidos en investigación y desarrollo, así como de un mejoramiento de los índices de diversidad productiva.
Por consiguiente, para lograr un quiebre de tendencia se requiere un esfuerzo más consistente en un escenario competitivo internacional cada vez más exigente.
- 28 de diciembre, 2009
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