El Salvador: Lo que el pueblo espera

Económicamente, la inversión se estanca cada vez más, mientras el Gobierno alterna entre anunciar planes que ni siquiera escribe y asustar a los inversionistas acusándolos de todo lo malo que hay en el país, anunciándoles a veces que va a poner un impuesto a la inversión y a veces negando que jamás nadie ha dicho nada por el estilo.

La pobreza va aumentando junto con la miseria causada por el crimen. A pesar de que el Gobierno gasta cada vez más, los servicios gubernamentales están decayendo diariamente, no hay medicinas en los hospitales, los institutos nacionales no tienen materiales, las calles están llenas de hoyos.

Políticamente la gente se siente cada vez más separada de los arreglos y los pleitos que diariamente tienen el Gobierno, los partidos y los políticos en general.

Los periódicos están llenos de declaraciones y contradeclaraciones, de acusaciones y contraacusaciones, de noticias de aumentos en el peso de la deuda. Pero nada de esto cambia el rumbo de esa inercia que está llevando al decaimiento de nuestra sociedad.

El Gobierno está paralizado, mientras el resto del pueblo mira hipnotizado cómo vamos perdiendo día a día todo lo que habíamos ganado desde la guerra.

El origen de este círculo vicioso es político: surge de la pérdida de la armonía social que el país parecía estar en camino de construir como resultado del proceso de paz.

Sin armonía social no hay economía que pueda funcionar ni soluciones viables para los graves problemas sociales del país. La falta de armonía genera la incertidumbre que es la fuente principal de la falta de inversión, que a su vez lleva a la falta de crecimiento económico, al desempleo y al bajo valor agregado de los empleos existentes, y a los problemas sociales que van con la pobreza y el desempleo.

Es esencial romper este círculo vicioso. Para eso se requiere el liderazgo del Presidente de la República, a quien la Constitución, en su artículo 168, le da la obligación de "procurar la armonía social, y conservar la paz y tranquilidad interiores y la seguridad de la persona humana como miembro de la sociedad". Para poder cumplir con esta obligación, el Presidente necesita hacer dos cambios fundamentales: Primero, tiene que dejar de ser él mismo fuente de desarmonía. Tiene que dejar de enfatizar las divisiones de la sociedad salvadoreña para convertirse en un líder que mire hacia un futuro de unión y armonía, que incorpore a todos los sectores para lograr el progreso.

Segundo, tiene que asumir la responsabilidad por sus acciones de líder.

Las consultas, si son bien manejadas y duran poco tiempo, son esenciales para el buen manejo de la cosa pública.

Pero se convierten en parte del problema cuando son organizadas para dar la impresión de que se hace algo cuando no se está haciendo nada, o para echarle la culpa a otros por la inacción o por acciones que son impopulares.

El Presidente ya ha estado más de dos años en el poder, y ya ha organizado, con gran fanfarria, muchos grupos de consulta. Es hora de que actúe y que asuma su responsabilidad ante el pueblo y que baje los gastos excesivos de su Gobierno, que provea lo que es necesario para combatir el crimen –que no es dinero sino las decisiones duras que son indispensables para hacer cumplir la ley– y que comience a trabajar en serio para facilitar, no obstruir, la inversión.

Y que no trate de echar la culpa de su inacción o su incapacidad al sector privado u otros sectores.

El autor es Máster en Economía, Northwestern University y columnista de El Diario de Hoy.