El hambre y la soja
El País, Montevideo
El constante aumento de la población mundial es una preocupación hacia el futuro, en nuestro convulsionado planeta, empezando por lo que significa en demanda de alimentos. Argentina sobresale en este escenario con una riqueza y capacidad que la colocan como uno de los graneros del mundo. En los últimos cuarenta años, el número de habitantes sobre la faz de la tierra se duplicó y para los próximos 10 años, se calcula que las necesidades alimentarias aumentarán alrededor de un 20%. En este ínterin, Argentina triplicó su producción de alimentos y puede afirmarse que unos 430 millones de personas en el mundo son alimentadas por lo que produce este país.
De ahí que el productor argentino tenga un papel relevante en el concierto internacional, además del que tiene a su vez, dentro de fronteras. Durante 2010, el sector agropecuario fue el responsable del 56% de las divisas que ingresaron a la nación y el agro en su conjunto provee uno de cada tres empleos, de acuerdo a las informaciones presentadas por BASF Argentina.
Grandes cambios se han procesado en la forma de producir en el campo, donde la "sojización" es el término acuñado para referirse a la transformación que desde hace unos cuantos años se ha dado en el área rural. Cientos de productores argentinos, para quienes la ganadería era no solo su negocio sino su vida, se han visto empujados, mal que les pese y contrariando su vocación interna, a sustituir los animales que pastaban en sus potreros, por plantaciones cada vez más extensas de soja y otros granos, aunque el primero es el que se impone de lejos. Porque curiosamente, las razones de su preeminencia hay que buscarlas en buena medida, en el propio gobierno de los Kirch-ner. A pesar de que Cristina se refiriera con desdén, en un discurso que hizo memoria, a ese "yuyito", al hablar de la soja. Es que la política de los gobiernos K ha sido la de ponerle trabas a la exportación de productos como el trigo o el maíz, lo que tiene trancada su producción en el afán intervencionista que caracteriza a la administración kirchnerista. Son muchos los productores de estos granos a quienes les llega el tiempo de recoger la nueva cosecha y aún no han podido vender la anterior. Por el contrario, como la soja no cuenta para el consumo interno se exporta libremente, mientras las arcas del Tesoro se inflan con la recaudación de las retenciones, las que significaron en el 2010 unos 35 mil millones de pesos. Por lo tanto, existe un mayor aliciente de rentabilidad que impulsa a volcarse al monocultivo, que no es lo más aconsejable.
Al mismo tiempo, la globalización, las técnicas modernas y los precios de los commodities, también presionan y en la actualidad grandes zonas de la provincia de Buenos Aires y la zona Este de La Pampa se han reconvertido. Las hectáreas dedicadas a la ganadería en ciertas áreas de la primera provincia mencionada, han caído a la mitad respecto de los primeros años de la década de los noventa. Datos de la secretaría de agricultura indican que la ganadería este año disminuirá en un 22%. Del pico de 58,7 millones de cabezas en 2007, bajará a 47 millones y se espera que esta tendencia habrá de continuar. La creciente demanda proveniente de Asia tiene un rol importante y la China hoy compra el 29% de los productos primarios y de granja, en contraste con el 19% que adquiría en 2003, según el Indec. Por su parte, la cosecha de soja se acrecentó de los 30 millones de toneladas en 2001, a los 50 millones previstos para este año y se calcula que podría subir 20 millones más en lo que resta de la década, si más ganaderos se pasan al cultivo de los granos. Las mismas condiciones de suelo y clima, óptimas para la producción bovina lo son para plantar soja y Argentina va camino de alcanzar a Brasil, hoy segundo productor después de EE.UU.
El precio de la soja creció de los US$ 140 la tonelada en 2001, a más de US$ 400 recientemente y resulta más económico que la ganadería. Al tiempo que con la soja se pueden obtener dos cosechas por año, (no lo más prudente del punto de vista del suelo), se logra el doble de ganancia por hectárea que con ganado. Si bien en Argentina la política ha intervenido para limitar el libre flujo comercial de la carne, esta ecuación también influye cada vez más notoriamente en la matriz productiva rural uruguaya.
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