Los disparates del Presidente Obama
“Si vives lo suficiente, cometerás errores. Pero si aprendes de ellos, serás una mejor persona”. – Bill Clinton.
Casi siempre que el Presidente Obama da un discurso sobre la economía o los empleos, pasa algo malo. Su discurso al Congreso el jueves pasado es el último ejemplo. Al día siguiente, el marcador Dow Jones Industrial Average de la bolsa de valores cayó 303 puntos, una baja repetida en otros marcadores en los EE.UU. y el extranjero.
El presidente está tan prisionero de su ideología izquierdista que parece incapaz de hacer algo como Clinton y de triangulizar para que se haga algo que motive al sector privado a contratar empleados e impulsar el crecimiento económico.
¿Cuántos discursos más como éste tendremos que soportar antes de que todo el mundo se dé cuenta que sus ideas y propuestas no funcionan? Repetidamente en su discurso del jueves el presidente pidió al Congreso que “pasara” su “ley de trabajos”. Desde el Jardín de las Rosas de la Casa Blanca el lunes anunció que la ley ya iba camino al Congreso. ¡Que comiencen los ardides políticos!
El presidente alega haber firmado al mes de tomar posesión “el más grande recorte de impuestos a la clase media en la historia”. El columnista Glenn Kessler del Washington Post que chequea hechos dijo que esto era “ridículo”. Kessler le dio cuatro “Pinochos”, su puntuación más alta por mentir.
Las cifras de aprobación del presidente siguen cayendo porque poco a poco el público está dándose cuenta. En el 2009, en otro discurso, el Presidente prometió que su política de estímulos crearía de 3 a 4 millones de nuevos empleos para finales del 2010. Nada siquiera cerca de esa cifra se ha logrado. De hecho, se han perdido empleos, dejando un déficit neto de 6.7 millones de empleos desde que comenzó la recesión, según cálculos de la Fundación Heritage y las cifras de la Oficina de Estadísticas Laborales del Departamento del Trabajo.
El Presidente Obama es como un hombre perdido que se niega a pedir direcciones. Esto es así porque él nunca ha trabajado en el mundo real con gente que crea verdaderos empleos. El funciona con teorías y con una ideología que es incapaz de lograr sus metas.
Por ejemplo: El habla mucho de redistribuir la riqueza, no de crear riqueza. El quiere que odiemos a los que crean riqueza, en vez de seguir su ejemplo. El resultado ha sido una creciente dependencia del gobierno, robándoles a muchos su libertad y oportunidad.
Al igual que las inundaciones que han devastado el noreste del país, el gobierno federal ha sobrepasado sus límites constitucionales. No se trata de gastar y tomar prestado más, sino menos.
Lo que más contribuye a la inseguridad económica es el programa Obamacare. Los negocios no saben cuáles han de ser sus costos y algunos o están obteniendo exenciones (si son políticamente amigos de la Administración), o eliminando el seguro privado de salud para sus empleados.
Preguntémonos lo siguiente: ¿Si el gobierno federal ha hecho tal enredo con el Medicare y el Medicaid, (para no mencionar el haber estirado el Social Security hasta el límite) qué esperanza razonable hay de que lo haga mejor con un programa de salud nacional aún más monstruosamente grande? Bien pudiéramos sacar a Bernie Madoff de la prisión y ponerlo a cargo de las carteras de valores.
Hubo una época no hace mucho en los Estados Unidos en que la gente se cuidaba a sí misma y a sus familiares. Los padres cuidaban de sus hijos cuando eran pequeños y los hijos les devolvían el favor cuando los padres eran viejos. Ahora soltamos los pequeños en cuidado diurno (day care) y ellos devuelven el favor soltando a sus padres ancianos en asilos (nursing homes). El Cuarto Mandamiento sobre honrar al padre y a la madre se tomó en serio en una época. Ahora es responsabilidad del gobierno porque muchos piensan que la Constitución manda que estemos libres de “cargas”.
Si queremos que el gobierno sea más pequeño y que funcione dentro de sus límites constitucionales, vamos a tener que esperar menos de él y más de nosotros mismos. El Presidente Obama no entiende esto porque durante su vida y su poco notable carrera antes de la presidencia otros siempre lo han ayudado. El tiene gran forma, pero poca substancia, a no ser su fallida ideología. La tragedia es que él no ha aprendido nada del fracaso.
Si la sabiduría de Bill Clinton no es suficiente para él, veamos a Sófocles, quien escribió en su tragedia “Antígona”, “Todos los hombres pueden errar, pero al que no se aferra al disparate, sino que se arrepiente, le va bien; pero la testarudez causa grandes problemas”.
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