Uruguay: La oposición en su laberinto
El País, Montevideo
Estamos lejos de las elecciones. El Presidente Mujica lleva sólo dieciocho meses de gobierno y faltan treinta y ocho para que los uruguayos elijamos a su sucesor. Sin embargo, tempranamente, se empieza a mirar hacia allá. Todo comenzó cuando el expresidente Vázquez respondió al desafío de la Senadora Topolansky y asumió la posibilidad de su candidatura, actuando desde entonces en ese rol: recorre las bases y reclama reiteradamente unidad, preocupado por las indecisiones del gobierno, las contradicciones del Presidente y los debates en la interna frentista.
Al definirse la candidatura oficialista, la mirada se posó inevitablemente en el espacio opuesto, con el telón de fondo preocupante de las elecciones peruanas y argentinas, emblemáticas de lo que ocurre con una oposición fragmentada y sin coordinación.
Precisamente, dominado por esa preocupación, inspiré hace unos días en "Correo de los Viernes" un artículo en que reclamaba de varios dirigentes e intelectuales nacionalistas que detuvieran los ataques al Partido Colorado y especialmente al Batllismo. Felizmente hubo muchas reacciones, porque puso el tema en el escenario, pero se comprendió bien poco lo que queríamos decir: 1) que el ámbito opositor está obligado a coordinarse y a no agredirse, porque ambos coinciden, por razones no sólo políticas sino principistas, en intentar el desalojo del poder del hegemónico Frente Amplio; 2) que los agravios al Batllismo pueden desalentar a ciudadanos que, en el dilema de tener que votar en segunda vuelta a un candidato nacionalista, terminen desertando, como ya pasó en la elección anterior; cosa que, también a la inversa, puede darse, porque ¿cómo un blanco votará a un candidato emanado de un partido al que se ha presentado como el colmo de los males…? No han faltado quienes hablan de que con esto hice una "amenaza", cuando no estoy en posibilidad de amenazar ni de mis palabras surge otra cosa que una preocupación.
La política la hacen hoy los ciudadanos tanto como los dirigentes; y ellos son más independientes que nunca. En los márgenes decisivos de una segunda vuelta, no es tan importante la dirigencia como la convicción que se haya ido formando el ciudadano. Y si queremos llegar a quien desea un cambio, está claro que la oposición colorada y blanca, para sumarse con eficacia debe: 1) ofrecer la certeza de un gobierno coherente, sin las idas y venidas de la coalición actual; 2) dejar bien en claro que lucharemos por una educación gobernada y orientada de un modo totalmente diferente al del Frente, por un Estado de Derecho realmente efectivo, una seguridad pública cuyos problemas sean enfrentados sin debilidades ni complejos y unas finanzas que no sustenten aventuras demagógicas sino las reales inversiones que el país precisa.
El Frente Amplio, como coalición política, adolece ya de desgastes. Con Vázquez ganó en primera vuelta; con Mujica tuvo que ir a una segunda vuelta. En la posterior elección municipal perdió cuatro Intendencias. En lo que va de este período, se ha mostrado peor que nunca en sus profundas diferencias, aun de principios. Todo hace pensar, entonces, que aunque no sufra el desgaste de la lucha interna por su candidatura, llegará a la elección sin el brío y el encanto de la novedad de otros tiempos, cuando encarnaba el cambio rosado hacia un paraíso prometido. El propio Dr. Vázquez carga sobre sí pesadas responsabilidades en los puntos que en la actualidad resultan más acuciantes para la ciudadanía. No hay duda de que sus extravagantes Ministros del Interior están en la fuente del agravamiento de la seguridad pública, como tampoco la hay -y lo reconoce ya el gobierno- que su nefasta Ley de Educación impide hoy cambiar nada al atribuir el poder a corporaciones gremiales, de mirada ideológica y retrógrada.
Los partidos tradicionales están delante de una renovada oportunidad. Es notorio que el Partido Colorado ha mejorado y mira hoy con optimismo sus perspectivas. El Partido Nacional, aún con el sacudón de la renuncia del Dr. Lacalle a su postulación, preserva una fuerte estructura nacional. Todo está dado, entonces, para que ofrezcan una adecuada respuesta a la ciudadanía.
Por eso vimos con alegría recientes declaraciones del Dr. Lacalle ("El Observador", sábado 10 de septiembre) que resumen con precisión el rol de la oposición, de un modo coincidente con lo que venimos exponiendo. Haberse alejado de las candidaturas -aunque no del debate público- le está permitiendo hablar con una independencia orientadora que, sin duda, ayudará a su Partido y también al país. Desde nuestro ángulo intentamos lo mismo, para que esta democracia nuestra, construida en dos siglos de historia y rescatada de la dictadura con dos décadas de paz, no siga en este tobogán de decadencia. No podemos resignarnos a vivir en la capital más sucia y más cara de América y en un país que fuera faro en educación y hoy marcha atrás aceleradamente, con muchachos que salen de preparatorios de Ingeniería (de Ingeniería, donde no se va por descarte) y un 85% de ellos no comprende un texto en castellano.
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