Rentistas privados contra estatales
Libre Mercado, Madrid
El candidato a la presidencia del Gobierno Alfredo Pérez Rubalcaba se ha puesto el chip populista para arañar unos pocos votos a la descontenta sociedad. Promete una vuelta de tuerca al impuesto de patrimonio y un endurecimiento de las sicav "para que los ricos paguen más". Es curioso que un miembro del Poder, que posee un millón de declarados, y que vive de los lobbies sociales y económicos, ahora se presente como su principal inquisidor. Es un chiste de mal gusto cómo nos toman el pelo.
Aprovechando este visceral e histórico odio hacia el triunfador, Rubalcaba cae en varios de los "diez pecados capitales" de reverendo Boetcker. A saber:
● Usted no puede fortalecer al débil debilitando al fuerte.
● Usted no puede ayudar al pobre destruyendo al rico.
● Usted no puede promover la fraternidad de la humanidad admitiendo e incitando el odio de clases.
● Usted no puede elevar al asalariado presionando a quien paga el salario.
El carácter rancio, demagogo y trasnochado de Rubalcaba, de hecho, ya fue incluso identificado por el pensador Juan de Mariana hace 400 años:
"[Los] tiranos pretenden derribarnos a todos, especialmente a los ricos contra los que acometen especialmente […] Caiga lo que está más alto en el reino, dicen los tiranos. Y para satisfacer este propósito, bien los atacan directamente o bien aplauden a calumnias y secretas acusaciones".
Mariana llamó a este tipo de políticos y gobernantes "tiranos". Desde su punto de vista, no eran aptos para la convivencia en sociedad, y mucho menos para gobernar. Los tiranos mantienen a la sociedad en estado de guerra y frustración permanente.
Y volvamos al inicio. ¿Qué daño nos hace un rico o un rentista privado? Ninguno, al revés. Atraen inversión, la crean, construyen empresas y puestos de trabajo que generan riqueza. Esto es lo que odian los socialistas. No conciben que haya "triunfadores privados". Los buenos ricos, para cualquier resentido socialista, son aquellos que consiguen sus rentan por medio del favor estatal como empresas ecológicas, sindicalistas, artistas, políticos, o empleados estatales en lugares de la alta dirección, como los altos cargos de la Sociedad de Gestión pública de Extremadura (GPEX) que cobran entre 60.000 y 80.000 euros por no hacer nada.
Indirectamente, Rubalcaba también lanza un mensaje claro: no a los rentistas privados (a los productores), pero sí a los rentistas estatales (parásitos del Estado del Bienestar). Gente que no coge un trabajo porque el subsidio de desempleo le renta más. Gente que, engañando a la sociedad, lleva décadas cobrando una ayuda de aquí, y otra de allí a costa del resto de ciudadanos.
Y encima, todos lo sabemos: las promesas de Rubalcaba son falsas. El candidato socialista ha estado años en el Poder y nunca ha mostrado interés por sus rentistas. Ser rico o vivir de rentas no tiene nada éticamente reprobable. El auténtico quid de la cuestión es de dónde proceden estas rentas. Si son fruto de nuestro talento, de la voluntariedad del mercado, el trabajo, e incluso de la suerte, nadie tiene derecho a robárnoslas para que un dictador de la producción obtenga unos votos. Pero serán un crimen contra la ética aquellas rentas que provengan del latrocinio, el robo y el crimen, esto es, del dinero usurpado a otros miembros de la sociedad mediante la fuerza y la extorsión: los impuestos. Rubalcaba puede criminalizar a los sectores que quiera o usar el chivo expiatorio que mejor le convenga, pero cargar contra un grupo de la sociedad por nuestros prejuicios, es llamar al odio y crear fracturas sociales. Hemos de poner fin al rentista, sin duda, pero al rentista estatal. Uno de los muchos delincuentes legales que aún perduran en el atrofiado e insostenible Estado del Bienestar que se desintegra por momentos.
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