Chávez y el Caribe
Las relaciones entre Venezuela y el Caribe anglófono están caracterizadas por una incomprensión de fondo que está basada en la historia. En efecto, mientras la cercanía geográfica “condena” a las dos partes a ser vecinos por la eternidad, la historia las ha afiliado a dos sistemas lingüístico-culturales, con la consecuencia de una profunda ignorancia mutua.
Esta diferente afiliación, además, crea las condiciones para la suspicacia y la desconfianza. La clase dirigente caribeña de origen predominantemente de “color”, africana o hindú, ha tenido la impresión, exagerada en el caso venezolano, de que en las élites latinoamericanas los descendientes de europeos han tenido un dominio sobre los componentes de color.
La élite política caribeña, socializada en la cultura política de la democracia, modelo Westminster, mira con cierto “desprecio” la tradicional inestabilidad política latinoamericana, con sus frecuentes golpes militares. Por otro lado, en América Latina todavía no es raro que una persona, generalmente bien informada, manifieste su escepticismo en relación con la autenticidad real de la independencia de las excolonias británicas en el Caribe.
La elección de Hugo Chávez a la Presidencia fue bien vista por los gobiernos caribeños, que lo interpretaron como la llegada al poder de un miembro de los grupos raciales tradicionalmente “excluidos” más cercanos al Caribe. El fuerte aumento sostenido de los precios del petróleo a partir del 2004 creó las condiciones para que la cooperación venezolana en materia petrolera adquiriese una relevancia especial entre los países caribeños más dependientes de las importaciones de hidrocarburos.
Chávez, a través del Acuerdo de Cooperación Energética PetroCaribe del 2005, por el cual Venezuela financia, a largo plazo y a intereses subsidiados, el consumo petrolero de los países miembros, tiene el objetivo de adquirir una influencia política sobre los Estados partes. Pero la ineficiencia en el manejo de la cooperación por parte del gobierno chavista ha reducido considerablemente la “auctoritas” venezolana. Efectivamente, solo San Vicente y las Granadinas, Dominica y Antigua y Barbuda ingresaron en el proyecto geopolítico e ideológico chavista del ALBA. Es interesante notar que las decisiones del ALBA vienen puestas de lado, cuando se oponen a las directrices de Caricom, la Comunidad del Caribe. En efecto, en contra de las posiciones “antiyankees”, promovidas por Chávez, la Caricom, incluyendo los tres países miembros del ALBA, reinició las negociaciones para el establecimiento de un tratado de libre comercio con los EE. UU.
La expectativa de que la diplomacia petrolera chavista propiciara el ingreso de los países del Caribe en el ALBA o que al menos asumieran una posición similar frente a los EE. UU. no ha funcionado. En cambio, el creciente armamentismo y el militarismo del régimen chavista han despertado nuevamente las suspicacias frente a un supuesto “subimperialismo” venezolano en la región.
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