La agobiante sinfonía «bolivariana» de Venezuela
Hay quienes todavía creen, equivocadamente, que Hugo Chávez no es Fidel Castro. Que no es, entonces, un tirano más. Pero eso no es así. Lo que ocurre es quizás algo distinto: Venezuela (todavía) no es Cuba. No puede estructuralmente serlo. Esto pese a que hoy no habría Cuba sin Venezuela, desde que la primera vive gracias a los generosos y permanentes subsidios que recibe de la mano abierta de Hugo Chávez.
Pese a que sus respectivas circunstancias son distintas, ideológicamente no parece haber demasiada distancia entre ambos líderes autoritarios. Los dos son acabadamente marxistas. Cada uno con sus propios disimulos, disfrazándose frecuentemente de “nacionalista”. Los dos viven del resentimiento. Los dos le temen a la libertad. Los dos son, veremos, bien parecidos.
Elecciones en puerta
Venezuela va ahora camino a elecciones claves, las presidenciales del año venidero, que tendrán lugar el 7 de octubre, según acaba de anunciarse. En ellas un Hugo Chávez que ahora enfrenta al cáncer se enfrentará a una oposición unificada, que tendrá sus “primarias” en febrero del año próximo para determinar quien será su candidato presidencial. El hombre que finalmente enfrente a Chávez.
Nada asegura que Chávez no procure hacer algún tipo de fraude, quizás electrónico, en esos comicios. Las sospechas de lo ya ocurrido con anterioridad abonan los temores que existen y se reiteran.
Por ahora, los dos candidatos presidenciales de la oposición con más posibilidades de imponerse parecerían ser: Enrique Capriles, el gobernador del estado de Miranda, y Pablo Pérez, el gobernador del estado de Zulia.
A ellos hay que sumar ciertamente al ex alcalde de Caracas, Leopoldo López, que acaba de ser totalmente rehabilitado por la Comisión de Derechos Humanos de la OEA, luego de que un temeroso Chávez lo proscribiera, para obviamente sacarlo de su camino. Y al embajador Diego Arria, el prestigioso ex representante de Venezuela ante las Naciones Unidas.
Un descomunal desastre económico
Mientras tanto, la economía venezolana está en una muy poco transparente situación ruinosa. Esto pese a los enormes recursos que el flujo de petróleo le provee.
Por esto su “riesgo país” ha crecido exponencialmente. Razón por la cual tiene que pagar tasas de interés significativamente más altas que los demás países de la región. Venezuela paga un “spread” del 2,78% por encima de la tasa de interés de los bonos norteamericanos. Esto supone tener que pagar por sus emisiones de bonos públicos una tasa de interés del 11,25%.
Colombia, por su parte, paga un spread del 2,04%. Y Argentina, que sigue fuera del mercado internacional de capitales, paga un 8,47%, de horror.
A estar a las cifras recién publicadas por el Fondo Monetario Internacional, la economía venezolana crecerá apenas un 2,58% este año, con una alta inflación, del 25,8%.
La media de crecimiento proyectada para la región en su conjunto es de 4,5%. Perú crecerá un 6,2% y México al 3,8%. La Argentina, sólo Dios sabe, desde que como apunta siempre el Fondo, sus cifras no son del todo creíbles.
Una patológica, pero reveladora, política exterior
Ocurre que el gobierno chavista de Venezuela tiene otras prioridades. Distintas. Pero claras. Por ejemplo, producir masivamente fusiles de asalto Kalashnikov AK-103, el año que viene.
O prestar asistencia en su prisión francesa -en donde cumple una condena perpetua- al sanguinario terrorista Carlos “El Chacal”, según lo acaba de admitir en televisión expresamente, créase o no, el propio Canciller venezolano.
O pedir públicamente, como lo acaba de hacer su Vice-Canciller, Temir Porras, que cese la presunta “guerra mediática” desatada contra el Clan Assad (socio estratégico de Chávez) que ha bañado a Siria con la sangre de su propio pueblo, en lo que es una de las represiones más crueles de la historia contra civiles inocentes. Venezuela acaba de enviar una delegación diplomática de alto nivel para expresar a los Assad la solidaridad del pueblo venezolano”. Y la de los pueblos que integran esa extraña entelequia geopolítica cautiva denominada “Alba”.
U oponerse a que los rebeldes libios ocupen la banca que corresponde a su país en las Naciones Unidas, tal como lo ha hecho abiertamente su representante permanente ante esa organización, Jorge Valero, que fuera derrotado masivamente en la Asamblea General de ese organización al tratar insólitamente de defender al agotado régimen de Moammar Gadhafi, otro socio estratégico de Hugo Chávez.
O ser testigos silenciosos de la ejecución sumaria de 10 mercenarios colombianos de las FARC que, expatriados, combatían en Libia a favor de Gadhafi y fueron muertos por los rebeldes, enseguida de ser capturados.
Si aquello de “dime con quien andas” quiere decir algo, lo antedicho define acabadamente donde está parada hoy la Venezuela de Hugo Chávez y cuan poco democrático este país efectivamente es. Más allá de la conocida, dialéctica y reiterativa retórica, con la que ciertamente ya no engaña a nadie.
Emilio J. Cárdenas fue Embajador de la República Argentina ante las Naciones Unidas.
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