La dinámica del presupuesto chileno
Uno podría pensar que dentro de un par de días, el ingreso y posterior discusión de la Ley de Presupuesto se enfrenta a una tormenta perfecta que combina una coyuntura económica internacional llena de incertidumbres, y un escenario interno al menos con dos tensiones: las demandas sociales que implicarán un aumento significativo y permanente del gasto en educación y el ciclo político marcado por dos procesos eleccionarios ad portas.
No obstante, para el actual gobierno hay más oportunidades que amenazas frente a estas "malas condiciones climáticas". Sin duda que el prestigio ganado por Chile en el manejo macroeconómico no será en vano. La regla fiscal, un sistema de metas de inflación, y un tipo de cambio flexible, protegerán a nuestra economía contra el empeoramiento de los principales indicadores macro. Este contexto supone que los actores políticos estarán a la altura de las circunstancias y negociarán cada partida pensando en el futuro del país.
Ahora bien, sin llegar a ser autoflagelante, ese marco macroeconómico se podría reforzar aún más. Como miembro de la Ocde, Chile debería seguir algunas buenas prácticas en cuanto al diseño de reglas fiscales. Por ejemplo, es positivo cómo Hacienda ha dado señales en ese sentido y es muy probable que imponga un límite máximo para el crecimiento del gasto público, y ese límite debería ser cercano al crecimiento del producto. Esto ayudaría a que en períodos de auge el Fisco acumule fondos adicionales que se pueden usar como medida anticíclica en caso de una eventual recesión.
Si bien nuestros estándares de vida han crecido, estamos frente a un dilema como sociedad de ingresos medios, con una evidente demanda por servicios públicos garantizados y de mayor calidad. Para lograr la convergencia de nuestro ingreso per cápita y el desarrollo de una sociedad más equitativa, se requieren más y mejores políticas públicas. En efecto, aunque se ha avanzado en mejorar el diseño e implementación de diversos programas sociales que han buscado reducir la pobreza y desigualdad, aún se debe persistir en una mayor focalización y eficiencia, y en asegurar un financiamiento de largo plazo.
En este contexto, dos comentarios en orden de importancia. En primer lugar, el estancamiento de la productividad a lo largo de la última década explica en parte importante la ralentización del crecimiento del PIB. Aquí aún persisten debilidades estructurales, tales como la participación laboral general, de la mujer y jóvenes, la diversificación de nuestras exportaciones, el nivel de competencia de ciertos mercados, el nivel de inversión en ciencia y tecnología, entre otros.
Por último, y sin evitar la discusión de un aumento en la carga tributaria, antes se debería pensar en una reforma tributaria que sin contaminar la discusión del erario, sea más integral y permita simplificar nuestro sistema impositivo, aumentando su base y eficiencia. Así, por ejemplo, se deben revisar, y en algunos casos eliminar, exenciones tributarias que son menos eficientes y más regresivas, tales como la exención del IVA en servicios de educación y salud.
- 28 de diciembre, 2009
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