Argentina y la corrida hacia el dólar: el rey está desnudo
De los 34 trimestres que el kirchnerismo lleva en el
gobierno, en solo cuatro de ellos no hubo fuga de capitales. En total llevan
acumulada una fuga de capitales de U$S 74.500 millones en 30 trimestres. Un
récord histórico que refleja a un gobierno que aún en sus momentos de mayor
popularidad no generó la confianza necesaria para que no se fugara el ahorro
interno y mucho menos conseguir ingreso de capitales.
De lo anterior se desprende que la actual fuga de
capitales, casi una corrida cambiaria a esta altura del partido, no es nueva en
la era kirchnerista. La novedad es que ahora los dólares que ingresan por la
santa soja ya no alcanzan para financiar la fuga de capitales sin que haya
fuertes presiones cambiarias y, además, a Brasil se le dio por devaluar.
Quienes hayan leído el Documento de Trabajo 5 que hicimos con Dick Schefer
sobre el precio de la soja, o mis documentos de trabajo 6 y 9 sobre qué puede
pasar con el dólar o quienes están suscriptos a mi INFORME ECONÓMICO SEMANAL
pueden dar fe que anticipamos lo que viene ocurriendo. Solo era cuestión de
analizar los datos, la política económica y hacer una proyección en base a la
lógica económica que hoy se está cumpliendo.
Ahora bien, las presiones cambiarias son tan intensas
que no solo el Central hace malabarismos para mantener quieto el tipo de
cambio, aunque el contado con liquidez sigue subiendo, sino que, además, tiene
que recurrir a mecanismos intimidatorios para frenar la compra de dólares.
Desde mandar a la policía y a inspectores a las casas de cambios, mesas de
dinero del Central o ver como los diarios especializados se abstienen de
publicar el dato del dólar negro y del contado con liquidez para advertir que,
al igual que con la inflación, el intento es esconderle la realidad a la gente.
Si tomamos los últimos 40 años de historia económica
argentina vamos a encontrar infinidad de regulaciones en el mercado de cambios
y restricciones que nunca tuvieron resultado a la hora de frenar las corridas
cambiarias. Basta con revisar la historia de los controles de precios para
advertir que la represión no tiene efectos sobre las leyes económicas, y
recordemos que el tipo de cambio es un precio más como cualquier otro del
mercado. ¿Por qué van a funcionar en el mercado de cambios los controles
policiales, si no funcionaron los edictos de Diocleciano que establecían
controles de precios y la pena de muerte para quienes los violaran?
Pregunta: ¿por qué la gente compra dólares si el
gobierno tiene tanto apoyo en las urnas y la confianza del consumidor está en
uno de sus niveles más altos de la era kirchnerista? En mi opinión hay dos
clases de compradores: a) los que tienen información detallada de la situación
económica, que son los menos y b) los que compran sin tener esa información.
Los primeros saben cuál es la situación patrimonial del Central, la caída del
tipo de cambio real, las escasas reservas propias del Central, el adverso
contexto internacional, la devaluación del real y la complicada situación
fiscal por citar algunos datos. Este sector compra en base a datos algo más
sofisticados. Pero el segundo sector, el que va a las casas de cambio o a las
ventanillas de los bancos, no tiene acceso a información económica precisa. Se
guían por diferentes motivos: a) ven cómo suben los precios constantemente y
advierten que esto no es sostenible en el mediano plazo, b) notan que las cosas
están cada vez más caras en dólares en Argentina y advierten que el dólar está
barato o c) no quieren hacer depósitos en los bancos porque tienen miedo y, con
razón, a que el Estado los confisque, etc. Las razones podrían seguir, pero en
definitiva la clave de esta corrida hacia el dólar tiene una explicación: la política
económica del gobierno no inspira confianza por más que suba la confianza del
consumidor y Cristina Fernández obtenga en octubre un buen caudal de votos.
En vez de mandar inspectores y la policía a controlar
la compra de divisas, el gobierno debería preguntarse por qué la gente no se
queda con los pesos que emite el Central y prefiere comprar dólares, que es una
forma categórica de mostrar desconfianza respecto al futuro económico.
Por otro lado, tampoco se entiende por qué el gobierno
persigue a quienes compran dólares como si fueran delincuentes si quien compra
verdes no está cometiendo ningún delito. En todo caso lo que hace es defender
el fruto de su trabajo para que el Banco Central no se lo derrita con la
inflación que genera emitiendo pesos a tasas descomunales. La gente que compra
dólares, simplemente actúa en defensa de su patrimonio y tiene todo el derecho
del mundo en hacerlo, porque tener dólares no es solo patrimonio del BCRA o de
los kirchner. El resto de los habitantes también tienen derecho a cubrirse
frente al feroz impuesto inflacionario que aplica el gobierno.
¿Cuál es temor del gobierno de que la gente compre
dólares? Que al ver subir el tipo de cambio la gente deje de comprar
televisores, autos o propiedades y use los pesos para comprar dólares. Si la
expectativa es que suba el dólar, la gente posterga consumo y compra divisas
para defender el fruto de su trabajo. Pero, si la gente compra dólares y deja
de comprar televisores, autos y propiedades, la economía se enfría, se acaba la
fiesta de consumo y la gente dirá: el rey está desnudo.
Recordemos el cuento. “Un rey convoca a todos los
mejores sastres de su reino para hacerle un traje especial con motivo de su
coronación. De entre todos los sastres un tipo vivo con mucha labia y una arrolladora
personalidad convence al rey y a sus dignatarios para que se lo encargue. El
traje que él diseñaría, dice, iba a ser tan especial que sería verdaderamente
mágico. Pero con una advertencia importante: este traje no podrá ser visto por
los necios, solamente las personas inteligentes serán capaces de apreciarlo.
En el día señalado para la prueba, el rey contempla la
mirada imperturbable y sonriente de sus ministros, ninguno de los cuales quiere
parecer necio aunque, por supuesto, nadie ve ningún traje. El rey se pregunta
¿seré yo un necio? –y como tampoco quiere parecerlo premia y felicita al sastre
por la maravilla del traje invisible.
Llega el día de la gran fiesta y el rey aparece en
público, desnudo. Nadie quiere ser necio y todos le aplauden hasta que destaca
la voz de un niño que grita ¡pero si el rey va desnudo!
El rey pierde la compostura e intenta taparse. A
partir de aquí todos se dan cuenta de la superchería”.
Los clapers que acompañan a CFK en sus constantes
discursos, la ministra que, haciendo un triste papel de felpudo, está pendiente
de festejar con una risa cualquier tontería que diga su presidente, el resto de
los ministros, gobernadores, Bonafini y demás que aplauden cualquier cosa diga
CFK son como la corte del rey desnudo. Nadie se anima a decir que está desnuda
y le elogian el vestido que es su discurso de una realidad que no es tal. La
realidad que describe Cristina Fernández en sus discursos es como el vestido
del rey desnudo. No existe. Pero ministros, funcionarios y el público en
general le creen hasta que alguien o algo permitan advertir que el gobierno
está desnudo de ideas.
Si tan bien anda la economía argentina al punto que
Cristina Fernández se da el lujo de aconsejar y dictar cátedra de economía en
los foros internacionales o desde la tribuna del conurbano, ¿por qué la gente
compra dólares? ¿Por qué asumir políticas represivas contra la compra de
divisas si el Central, según el gobierno, puede dominar perfectamente el precio
de la divisa norteamericana? ¿Para qué acudir a la intimidación policial y de
inspectores si, según ellos, sobran las reservas en el Central? ¿No era que,
según Cristina Fernández, ellos encontraron un nuevo paradigma de política
económica que destruye toda la literatura económica?
No sabemos el cuándo ni el cómo, pero sí sabemos que
el rey está desnudo. Que no hay tal nuevo paradigma de política económica y que
hasta ahora todo fue pura suerte o QUINI 6 como diría la presidente, en base al
precio de la soja y un dólar barato en Brasil. Eso ya no está o no alcanza,
como es el precio de una soja que empieza a mostrar que su precio superando los
U$S 500 la tonelada era parte de una ficción financiera. Viendo los números
fiscales es fácil advertir que ni una soja a U$S 500 la tonelada cierran los
números.
Hacia el futuro es claro que el gobierno tendrá que
ajustar las variables, algo que detesta, con lo cual el que apueste al dólar
difícilmente pierda, o tendrá que confiscar flujos y stocks de activos, con lo
cual, nuevamente, el que apueste al dólar difícilmente pierda. Por cualquier
lado que se mire la situación, quienes compran dólares no lo hacen por
capricho, sino porque se dan cuenta que algo complicado se viene luego de las
elecciones.
En síntesis, quienes adviertan que el modelo hace agua
por todos lados y que el rey está desnudo, podrán cubrirse a tiempo y evitar
pérdidas patrimoniales. Los que sigan aplaudiendo al rey y no adviertan que
está desnudo llevarán las de perder. Y, por supuesto, estarán los vivos que
aplaudirán al rey, le dirán qué lindo vestido tiene pero, mientras tanto,
seguirán comprando dólares. Porque podrán ser cínicos, pero no estúpidos.
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