Lugo en la ONU: Vergüenza ajena
SALAMANCA. – Vergüenza ajena. Vergüenza ajena y propia es lo que se siente al leer lo que dijo el presidente Fernando Lugo ante la Asamblea General de Naciones Unidas en Nueva York. Después de deshacerse en elogios a la participación de Lugo en la ONU, un lector se quejaba de que no se hubiera transmitido por televisión, en directo, todo su discurso. Con lo poco que hemos leído es suficiente para que nos tapemos la cara para ocultar nuestra vergüenza…
Lo primero que uno se pregunta es si el presidente no tiene asesores que le corrijan los discursos, que los revisen, que le digan esto sí, aquello otro no. Miguel Ángel López Perito es una persona inteligente y con criterio propio. Por lo menos así lo era el Miguel Ángel que conocí cuando enseñábamos en Cristo Rey en épocas muy pasadas.
Fernando Lugo, pulcramente peinado como no lo habíamos visto nunca, con abundancia de spray para que ningún pelo se le sublevase, mirando de frente a su audiencia y sin siquiera sonrojarse dijo que “nuestros países son los que exportan naturaleza, oxígeno, agua dulce, alimentos y energías renovables. No es lógico entonces que sigan sumidos en la pobreza caminando en medio de factores y productos que han generado la riqueza del mundo ajeno”.
Lo de naturaleza, oxígeno y agua dulce lo pondría en serio cuestionamiento. La suciedad del aire en nuestras ciudades, especialmente Asunción y sus alrededores, lo atestigua el cuello de una camisa blanca a poco de dar una vuelta por las calles donde no queda un solo árbol, y si quedan, pronto vendrá alguien a podarlo a nivel de amputación total.
Insistir en el mismo lamento quejumbroso de que son los demás los que no nos permiten crecer es como dar palos en el agua. Esta justificación del atraso no se la cree nadie. Ni es posible, tampoco, seguir en la misma línea. Lo único que le faltaba era atribuir nuestra pobreza a los españoles que se llevaron todo nuestro oro que, si bien nunca lo tuvimos, queda muy elegante dentro del lenguaje izquierdoso. También está la Guerra de la Triple Alianza y su carácter exterminador, que su razón tiene, pero de la que han pasado ya más de cien años; ciento cuarenta, para ser más preciso.
Alemania pasó por una guerra total que finalizó hace sesenta y cinco años sin que quedara piedra sobre piedra de sus ciudades más importantes, con sus infraestructuras aniquiladas y sus fábricas inutilizadas. Hoy, Alemania es la locomotora que estira a todos los otros vagones de la Unión Europea. Un Premio Nobel de economía negó que el famoso “milagro alemán” existiera. Lo que pasó allí, dijo, “puede suceder en cualquier país donde la gente trabaje con empeño, en serio y de manera planificada”. Esto es justamente lo que no ha ocurrido en nuestros países sumidos en esfuerzos estériles a favor de causas que, en lugar de ayudar a ir hacia adelante, solo producen una marcha forzada hacia atrás. ¿Hace falta dar ejemplos? Podemos comenzar por mirarnos al espejo.
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