¿Qué pasa, Morales?
Como que Evo Morales está perdiendo reflejos. Esta vez le llevó mes y medio atribuir a la prensa –a “las falsedades de los medios”– los apuros que le generan los reclamos de comunidades indígenas –reprimidas brutalmente–, que le han provocado una crisis ministerial, el rechazo de la mayoría de la población y de las organizaciones sociales y eventualmente la pérdida de legisladores decisivos a nivel parlamentario.
Solo le falta acusar al imperialismo o mejor aún a la DEA, lo que lo hace más creíble por cuanto quienes están interesados en la “carretera“ en cuestión son los plantadores de coca, el gremio de Evo. Ellos son, precisamente, los que quieren colonizar y llevar sus cultivos a zonas que, según la propia Constitución de Morales, pertenecen a otras comunidades indígenas. Y a estas no les gusta que se le metan en sus terrenos, les construyan una carretera y todo sin consulta previa. Se sorprenden que el presidente ecoindigenista hiera la Pachamama –la madre tierra– violentando su propio discurso y dando espacio libre al “capitalismo depredador” auspiciado y financiado por el “gran vecino”.
Puede que Morales al final supere el trance y no le pase como al ex presidente Gonzalo Sánchez de Losada, aquel que pretendió aumentar el precio del gas que se vendía a Brasil y quitarle ciertos privilegios a empresas de ese país afincadas en Bolivia, el que fue derrocado en el 2003 por una asonada civil. El detalle ahora es que la causa del conflicto es una carretera financiada y que interesa a los brasileños.
De cualquier forma Evo va a salir muy malherido. Se deteriorará aún más su imagen, que venía en caída desde fines del año pasado tras la primera protesta en serio de los indígenas cuando intentó subir el precio de la gasolina y tuvo que retroceder. El tema de la consulta popular por la carretera que propone ahora se le puede complicar. Tampoco ha tenido buena acogida el recurso de una comisión investigadora para la represión policial. Muy pocos creen su argumento de que él como presidente nada tuvo que ver con la actuación de sus seguidores contra la marcha indigenista ni con la posterior represión policial. No lo creen ni los propios policías, bastante inquietos ante el anuncio presidencial de que “los responsables” de la represión serán castigados.
Aunque lo que pretenda hacer sea razonable, esto es, no continuar con el subsidio a la gasolina cuyo precio es menor que el que cobran en los países limítrofes o construir carreteras para integrar al país, Morales ha caído en su propia trampa y perdió credibilidad; durante la marcha el sentimiento era explícito: “Evo decía, que todo cambiaría; mentira, mentira, Evo es la misma porquería”, coreaban a viva voz los columnistas.
A partir de este conflicto ya no podrá usar tan alegremente y a gusto y gana la defensa y reivindicación de “los hermanos indígenas” para imponer su mando y sus fines y para llevar adelante leyes como la que promovió para amordazar a la prensa, con el argumento de combatir la “discriminación”.
No es cuestión de periodistas ni de prensa, Morales quedó al desnudo: para él hay indígenas e indígenas, y algunos, como hoy los cocaleros y mañana los que a él le convengan, son más indígenas que otros. Y por eso la advertencia que le hacen muchos dirigentes: ya no nos llames hermanos.
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