El arte de no hacer nada
Estados Unidos tiene tantos y tan serios problemas…que se va a esperar 13 meses para empezar a resolverlos. Lo sé; ese argumento no tiene lógica. Pero estamos en un momento en que la lucha por el poder está haciendo a un lado todo lo demás.
La parálisis política que vive Estados Unidos tiene una sola explicación: republicanos y demócratas no están dispuestos a trabajar juntos. Los republicanos quieren quitarle la presidencia a los demócratas y los demócratas están haciendo todo lo posible para mantenerla. Y mientras el país se desmorona.
Gente cercana al presidente me asegura que no para de trabajar y que la reelección, para él, no es su prioridad en este momento. Al mismo tiempo, los republicanos insisten públicamente que su único interés es el bien del país. Pero están bloqueando todas las propuestas del presidente y, al final de cuentas, aquí no pasa nada.
En una frase digna de Cantinflas, los dos partidos hacen como que hacen pero no hacen nada. Han perfeccionado el arte de no hacer nada y así será por más de un año.
La ilusión y esperanza que generó Obama como candidato ha desaparecido casi por completo. Queda, sí, el maravilloso gesto histórico de ser el primer presidente afroamericano y la lección de que en Estados Unidos cualquiera puede lograr lo que se proponga, independientemente de su origen, raza o religión. Pero Estados Unidos se siente hoy como un país atorado, totalmente dividido a nivel político, sin una clara dirección.
Llevo casi 30 años viviendo aquí y nunca había visto semejante acumulación de problemas no resueltos. Empezando por el dinero. Si Estados Unidos fuera una familia, ya le habrían cancelado todas sus tarjetas de crédito. El gobierno norteamericano tiene un déficit gigante, vive de prestado, gasta más de lo que recibe en impuestos y no tiene un plan para enfrentar el problema. Esto, tarde o temprano, va a explotar con terribles consecuencias para todos.
Los más afectados, sin duda, son los 14 millones de personas sin empleo, los 46 millones de pobres y las miles de familias que han perdido sus casas en el país más rico del mundo. Con una economía tan debilitada y sin un consenso entre los partidos políticos sobre la estrategia para salir adelante, la simple idea de esperar hasta noviembre del 2012 resulta desgarradora.
Y cada vez que hay problemas económicos en Estados Unidos les echan parte de la culpa a los inmigrantes. Urge hacer algo con los 11 millones de indocumentados en el país. Pero como no hay voluntad política en el Congreso para una legalización, entonces muchos estados han decidido implementar sus propias leyes migratorias.
El último en hacerlo fue Alabama. Su ley HB56 es la más antiinmigrante de todo el país. Les permite a los policías actuar como agentes migratorios, las escuelas pueden preguntar sobre el estatus migratorio de sus estudiantes y convierte en delito el simple hecho de solicitar una licencia para manejar. Además, todos los contratos hechos por indocumentados han quedado nulificados. ¿Es este el país de las oportunidades para los recién llegados? En Alabama no es así.
Hay más problemas. Estados Unidos está involucrado en dos guerras –Irak y Afganistán– cada vez más impopulares y muy difíciles de justificar. La NASA ya no envía cohetes al espacio; eso es como si una empresa automotriz dejara de fabricar coches. El Departamento de Justicia contó 21 millones de drogadictos; cada vez son más. Y los niños estadounidenses están en desventaja en ciencias y matemáticas frente a los de China y la India.
En otras palabras, a Estados Unidos le urge reinventarse y encontrar su futuro. Pero sus políticos han decidido que todo puede esperar hasta las elecciones del martes 6 de noviembre del 2012.
Confío, firmemente, en que Estados Unidos saldrá adelante. Este es el país en que he decidido vivir porque admiro su libertad de expresión, su democracia, su idea de que nadie está por encima de la ley y de que todos somos iguales. Esta también es la nación de la innovación y la creatividad, de Facebook y Twitter, de IBM y Apple, de Hollywood y Disney, de Wall Street y Harvard, de la Clínica Mayo y el Children’s Hospital de Boston.
Por eso molesta y desilusiona tanto ver que esta generación de políticos haya decidido que el país completo debe esperar 13 meses mientras ellos maniobran para destruir a sus enemigos y ganar la presidencia.
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