La lenta islamización
La Vanguardia, Barcelona
"Es a través de las familias, que las teorías conspirativas viajan desde las mezquitas y madrazas de Arabia Saudí y Egipto hasta los comedores de las casas en Holanda, Francia y America", escribe Ayaan Hirsi Ali en Nómada. El libro es una lúcida mirada a través del viaje interior que todo musulmán debe hacer si quiere traspasar su condición de siervo de Alá y convertirse en lo que ella llama un ciudadano. La guetización de los emigrantes musulmanes en Occidente no sólo es culpa de las variables clásicas del fenómeno migratorio –aunque sin duda se sobreponen y complican el problema– sino que tiene que ver con la "socialización" del islamismo más radical.
Convertido en una nueva ideología que da salida a las utopías de muchos jóvenes desengañados, o nunca enganchados a los valores democráticos, este fenómeno es alimentado con miles de dólares provenientes de países "amigos". Como se demuestra en mi libro sobre el islam –y certifican todos los centros de inteligencia que estudian el entramado islamista–, detrás de cada mezquita radical hay mucho dinero extranjero. Sumados, pues, el sentido de desarraigo propio de la emigración, la socialización en el gueto, el dinero ingente que llega para financiar el fenómeno, la falta de expectativas de la gente y la capacidad del fundamentalismo islámico para dar solución a todos los conflictos, desde los sociales a los personales, el problema es de dimensiones colosales. Es cierto que en nuestro país justo empieza a enseñar la oreja, aunque ya gozamos del honor de tener a algunos de los imanes salafistas más influyentes de Europa.
Pero en otros países vecinos, el problema de la islamización radical de los colectivos musulmanes se está convirtiendo en el reto más peligroso de la democracia. Ayer mismo Lluís Uria publicaba un excelente trabajo titulado "El islam avanza en la banlieue y se impone a los valores republicanos", en referencia a las ciudades franceses. Como señala certeramente Ayaan, uno de los errores más comunes de Occidente es considerar que esta islamización radical tiene que ver con la religión, cuando es justo al revés.
Es una ideología que usa la religión para encarcelar mental y físicamente a sus víctimas. Detrás del radicalismo islámico sólo hay cárcel, rabia, violencia e intolerancia. Y esclavitud, una absoluta y total esclavitud. Todo ello amañado con teorías conspirativas de la maldad occidental, que alimentan la épica medieval, y con la construcción de un cuerpo religioso que no permite ninguna salida. Si añadimos el uso de la tecnología moderna, el problema se dispara al infinito. Por ello es tan urgente superar algunos discursos buenistas que solo sirven para dar alas al fenómeno. Del buenismo perdonavidas y paternalista al malismo obsceno y mentiroso, hay un trecho muy corto.
De hecho se parecen más de lo que ambos dos extremos reconocerán nunca.
- 23 de enero, 2009
- 23 de diciembre, 2024
- 24 de diciembre, 2024
Artículo de blog relacionados
El autor presentará su último libro "El atroz encanto de ser argentinos 2"...
5 de mayo, 2007Por Armando Ribas Diario Las Americas Las próximas elecciones en Estados Unidos, en...
31 de octubre, 2008Por Kathryn Westcott BBC Mundo A las doce en punto del mediodía de...
1 de marzo, 2007- 18 de enero, 2013