¿Otro complejo de Mesías?
Oyendo a algunos Republicanos del “establishment” quejarse sobre los posibles candidatos presidenciales del partido debería servirnos de advertencia. Los Republicanos, si no tienen cuidado, corren el peligro de coger el mismo virus que infectó a los Demócratas en el 2008.
Esto es el complejo mesiánico, el creer que un hombre (o una mujer) puede salvarnos de nuestros “pecados” colectivos económicos, sociales y de política exterior y redimir a una nación de las consecuencias de muchos escogimientos equivocados.
Quizás un presidente Republicano con un voto de 60 a prueba de vetos en el Senado y una más amplia mayoría en la Cámara de Representantes pudiera revolucionar al gobierno, pero sólo si los titubeantes Republicanos en ambas cámaras lo siguen, algo que parece problemático, especialmente en los temas importantes.
Aún si ellos siguieran al presidente ¿cree alguien que el Congreso –hasta con una gran mayoría republicana– desmantelaría el Departamento de Educación, como Ronald Reagan pidió en 1982? ¿Serían por fin reestructurados el Social Security, el Medicare y el Medicaid en una forma que les permita a los que están retirados ahora o los próximos a retirarse a quedarse en estos programas y al mismo tiempo ofreciendo a los más jóvenes una alternativa con base de mercado? Quizás.
¿Permitirían esto la extrema izquierda y sus acólitos en los medios? Difícil. ¿Pudieran los Republicanos, que a veces se asustan hasta de su misma sombra, cohibirse de hacer las cosas grandes por las demostraciones callejeras? Muy posiblemente. ¿Retrocedería la rama tipo ameba del partido ante las acusaciones de que son “crueles” y “sin corazón”? Pudiera ser.
Hay una forma de lograr todas estas cosas y más. La fuerza y el corazón de los EE.UU. no están en Washington. Están en “nosotros el pueblo”. ¿Dónde está el candidato presidencial Republicano que diga, “Yo no soy su salvador; yo no puedo hacer más por ustedes de lo que ustedes pueden hacer por sí mismos”? ¿Por qué no están hablando sobre los estadounidenses que han superado circunstancias difíciles con trabajo arduo y las decisiones correctas, instándonos a seguir esos ejemplos? Ron Paul se acerca, pero él es como el “pariente loco” escondido en el desván cuando haydemasiados otros temas importantes.
Tenemos que volver a aprender las virtudes que hicieron prosperar a las generaciones anteriores. Olvidarlas ha contribuido a una creciente clase baja y un gobierno inflado. Ningún político, ningún gobierno, puede dar forma a una vida mejor que el individuo que la está viviendo. La envidia de clases no empieza un negocio, ni lo hace progresar.
Atacar a los adinerados y los exitosos porque vivieron con principios que los hicieron llegar a ser lo que son no es una receta para que otros puedan hacerse adinerados y exitosos. ¿Por qué más gente no entiende lo que les están haciendo los políticos y cómo están perjudicando sus oportunidades de lograr su sueño americano?
Sabemos cómo funciona esto. La historia nos lo ha enseñado, o nos lo enseñaría, si prestásemos atención a sus lecciones.
Los candidatos presidenciales Republicanos deberían estar hablando sobre lo que no harán y entonces hablar de planes para abrir un mejor camino al éxito para aquellos que se pongan en pie y lo recorran. Díganle a la gente que dejen de esperar por el ómnibus del gobierno que los va a soltar donde comenzaron con muy poco que mostrar por el viaje; construyan la riqueza, no se la roben a otros; eliminen las regulaciones innecesarias; reformen el código de impuestos para que todo el mundo contribuya con algo a los EE.UU. porque todos nos beneficiaremos de la libertad; aprendan nuevamente a vivir dentro de nuestro medios y dejen de envidiar a otros. Con esto se podría comenzar.
Ellos también deben prometer, que si son electos, exigirán que cada agencia y programa justifique su existencia. Si cualquier trabajo que el gobierno esté haciendo ahora pudiera hacerse mejor y a menos costo por el sector privado, debe hacerse. Si alguna agencia o programa está fuera de época, ineficiente o innecesario, deben terminarse y el dinero que se ahorre debe aplicarse a nuestra abrumadora deuda.
Pero por encima de todo, los candidatos presidenciales Republicanos deben decirles a los estadounidenses que ellos no pueden salvarnos. Sólo nosotros podemos salvarnos a nosotros mismos. Los Fundadores nos dieron un gran documento – la Constitución. Ahora la pregunta es, para parafrasear a Benjamin Franklin ¿podemos mantenerla? Ustedes no son mesías, como tampoco lo es el Presidente Obama, pero ustedes pudieran ser los apóstoles de la Constitución.
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