El país del futuro
Los periódicos publicaron recientemente unas declaraciones del Ministro de Hacienda de Brasil, que se resumen en una oración muy transparente: "Tenemos que rezar para que la economía china no se caiga". El Ministro explicó que una desaceleración de la economía china, cuyos síntomas ya son bastante visibles, resultaría en una disminución drástica de la demanda por productos primarios, lo cual a su vez tendría un efecto muy negativo en la producción brasileña.
Así el Ministro dejó claro que las altas tasas de crecimiento que Brasil y otros países exportadores de productos primarios han estado experimentando recientemente, no se debían a ninguna política gubernamental ni a ningún milagro económico doméstico, sino únicamente al boom de los precios de los productos primarios que comenzó a principios de la década pasada. De 2002 a 2011, estos precios se multiplicaron por tres, incluyendo petróleo por cuatro, los productos energéticos por seis.
Esto naturalmente causó grandes booms en países que exportan principalmente estos productos, como Brasil, en donde representan el 60 por ciento de las exportaciones, o en Argentina y Colombia, en donde son el 70 por ciento, o en países en los que son alrededor del 90 por ciento, como Chile, Ecuador, Bolivia y Venezuela.
Los gobiernos de estos países atribuyeron estos booms a la sabiduría de sus políticas económicas. Que esto no era así era obvio por varias razones: Primero, países con políticas radicalmente opuestas, como Bolivia y Chile, o Argentina y Perú, compartían el boom del crecimiento. Segundo, la competitividad de estos países, que hubiera sido lo que hubiera generado el crecimiento si éste se debiera a las políticas gubernamentales, declinó durante los años del boom. Tercero, los países que más exportan productos primarios fueron los que experimentaron crecimientos más altos. Es decir, el boom no estaba relacionado a las políticas gubernamentales sino a la pura suerte.
Los motores de esta suerte eran Estados Unidos y los países europeos (exceptuando Alemania) que, gastando más de lo que producían, creaban un gran mercado para exportadores netos como China, Japón y Alemania, que a su vez generaban una gran demanda por productos primarios para transformarlos en los productos industriales que ellos exportaban.
Pero a fuerza de repetirlo, se generó el mito de que los países emergentes eran más fuertes económicamente que los desarrollados, y que iban a convertirse en los motores de la economía mundial. En Brasil se generó específicamente el mito del "modelo de Lula", que tenía dos partes: Primero, repartir subsidios a manos llenas. Segundo, dar créditos también a manos llenas a través del Banco de Desarrollo.
Hoy, Europa y Estados Unidos están reduciendo sus gastos a niveles más cercanos a lo que producen, con lo que están importando menos de China, que está importando menos productos primarios, que están cayendo de precio. Esto es lo que preocupa al Ministro de Hacienda de Brasil. Su plegaria hubiera sido más clara si hubiera dicho: "Recemos para que Estados Unidos y Europa sigan gastando más de lo que ganan, para que le compren más a China, para que ésta nos compre más productos primarios, y esto sostenga nuestro crecimiento".
Con las crisis que están amenazando a Europa, Estados Unidos y China esta plegaria es cada vez más irreal. Con menos exportaciones de productos primarios, la producción doméstica está estancándose. Brasil ahora lamentará no haber invertido productivamente los recursos que dilapidó en subsidios a diestro y siniestro. Los enormes préstamos políticos de su Banco de Desarrollo se tornarán en una gigantesca crisis financiera. ¡Qué lástima!
Con su despilfarro, Lula desperdició una gran oportunidad para invertir juiciosamente los ingresos extraordinarios del boom y desmentir a Henry Kissinger, quien dijo que Brasil era el país del futuro por sus enormes recursos naturales, pero que siempre lo sería porque nunca los usaría eficientemente para crecer en el presente. Nuestro Gobierno ha dicho que está copiando este modelo. Debería dejar de hacerlo.
El autor es Máster en Economía, Northwestern University y columnista de El Diario de Hoy.
- 28 de diciembre, 2009
- 28 de marzo, 2016
- 29 de mayo, 2015
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