Política y religión, versión 2012

Diario Las Americas

Se decía de Al Smith, un católico romano, que si él ganaba la elección presidencial tomaría órdenes del Vaticano y no defendería la Constitución.

John F. Kennedy se enfrentó a ese prejuicio anticatólico en un discurso en 1960 ante la asociación Greater Houston Ministerial Association. Kennedy dijo, entre otras cosas, “Yo creo en unos Estados Unidos donde la separación entre iglesia y estado es absoluta; donde ningún prelado Católico le diría al presidente -de ser éste Católico- cómo actuar, y ningún ministro Protestante le diría a sus feligreses por quién votar…”

Gracias en gran parte a ese discurso, ya hemos superado este prejuicio contra el catolicismo. Es la segunda parte de lo que dijo Kennedy con lo ahora nos vemos obligados a lidiar. Un ministro protestante, el Dr. Robert Jeffress dijo, en respuesta a una pregunta de un reportero en la Cumbre de votantes el fin de semana pasada en Washington, que él cree que el Mormonismo, la religión de Mitt Romney y John Huntsman, es “un culto”. El tiene derecho a creer esto, pero fue más allá. El sugirió que los cristianos evangélicos deberían de votar por el Gobernador de Texas, Rick Perry, y le preguntó a su audiencia, “¿Queremos un candidato que es una persona buena, moral – o uno que es un seguidor renacido (born again) del Señor Jesucristo?”

Hay dos puntos sobre esto, uno teológico, el otro político.

Hay por lo menos otros dos candidatos presidenciales que calificarían como “seguidores renacidos de Jesucristo”. Estos son la Representante Michele Bachmann y Herman Cain. ¿Qué son ellos, ceros a la izquierda? Dos candidatos son católicos romanos: Rick Santorum, católico toda su vida, y Newt Gingrich, recientemente convertido al catolicismo. ¿Deberán ellos ser excluidos como aceptables para los cristianos evangélicos, aunque sus posiciones en temas importantes para los conservadores sociales son idénticas a las de la mayoría de los evangélicos?

Ahora vamos al punto político. La elección del 2012, de hecho toda elección, no debe ser sobre sí, cómo o qué venera un candidato, sino en su capacidad para desempeñar el cargo. Si yo necesito una cirugía quizás tendría algún interés para mí saber qué religión tiene el cirujano, pero más me interesa saber cuántos de sus pacientes todavía están vivos.

Estados Unidos tiene una rica historia de predicadores de la izquierda y de la derecha que hablan desde su iglesia y desde púlpitos públicos sobre una amplia variedad de temas sociales y morales, incluyendo esclavitud, guerra, derechos civiles, abuso del alcohol y pobreza, entre otros. Algunos hasta han dicho que hablan por Dios, mientras toman una posición opuesta, no cristiana sobre un tema.

Cuando los predicadores empiezan a apoyar o a oponerse a los candidatos basándose en su percepción de cuál es el escogido de Dios, es cuando surgen serios problemas. Esto sugiere, especialmente a los no creyentes en el mundo, que el Reino de Dios es parte de un reino terrenal. El resultado es una pérdida de poder para este Reino invisible, que es el único que pueden transformar una vida y, por lo tanto, una cultura.

¿Qué les hace pensar a los pastores conservadores que los miembros de su iglesia son tan ignorantes que tienen que escucharlos a ellos antes de decidir por quién votar?

Consideremos las palabras del difunto Senador Edward Kennedy en el Liberty Baptist College en 1983: “Nunca debemos juzgar la capacidad de los individuos para gobernar sobre la base de a qué iglesia van, si siguen a Cristo o a Moisés, si son llamados ‘renacidos’ o “sin dios”. Donde sea correcto aplicar los valores morales a la vida pública, todos nosotros debemos evitar la tentación de juzgar o criticar a otros y debemos estar absolutamente seguros de nosotros mismos”.

En su próximo libro, “Twilight’s Last Gleaming” , Dr. Jeffress expone muy bien que la única forma en que una cultura puede transformarse es a través de una regeneración espiritual. Para él esto significa una relación con Jesús. El poder de ese mensaje se diluye cuando él dice que Rick Perry sería el mejor presidente basándose solamente en su fe cristiana específica.

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